No es ésta, desde luego, una entrada muy común para Cree lo que quieras. No desde luego porque sea una reseña, pues con ella alcanzo la cincuentena. Tampoco porque se trate de una antología, pues muchas son las que ya han pasado por aquí, de autores únicos o variados. Lo que la hace diferente es que uno de los relatos que componen este décimo número de Calabazas en el Trastero: Catástrofes Naturales, lleva mi firma, lo que me llena de orgullo y satisfacción, que diría el rey. Pero vayamos más despacio.
Es la editorial Saco de Huesos una de las que tiene el arrojo de realizar el salto mortal de publicar en este país terror surgido predominantemente de aquí (fantasía, cifi y géneros afines también tienen cabida). El salto mortal se convierte en doble cuando además se atreven con autores noveles o poco rodados. Dentro de sus proyectos destaca Calabazas en el Trastero, una antología de relatos cuatrimestral basada en una convocatoria abierta a la que cualquiera puede presentarse. Como requisitos, aparte de la extensión media de los relatos, éstos deben ser de género fosco (lúgubre, crudo y lleno de tensión, normalmente de terror) y ceñirse a un tema más o menos amplio fijado para cada convocatoria. En éste caso las catástrofes naturales. Muchos son los aspirantes que les llegan, pero ellos seleccionan sólo trece. Adecuado número para el tono de las obras. No es la primera vez que pasa por aquí esta recopilación. Ya reseñé hace un tiempo la convocatoria de bosques.
Os presentaré ahora las selecciones una a una, tratando de dar al menos una breve explicación para todos, por el orden en que aparecen en el libro:
El último tuareg (José María Pérez Hernández). Una primera catástrofe que, a pesar de tener un final que se intuye antes de llegar, posee una buena ejecución que prima sobre lo demás.
In anima vili (Borja F. Caamaño). En este caso la catástrofe es tan solo el pretexto para la construcción de una bien lograda atmósfera cuya claustrofobia se transmite a la perfección.
Chicxulub, la cola del diablo (Ángeles Mora). Plantea con habilidad un paralelismo entre un dinosaurio y la científica que lo investiga, si bien el nexo entre ambas narraciones resulta algo confuso. El relato consigue distanciarse del resto aquí recogidos.
Niños de mameyes (Jorge Eugenio López-Rivera). También consta de dos narraciones. La inicial se me antoja algo vaga y me ha obligado a la relectura, quizá por la presencia de algunos localismos, mas el conjunto funciona bien.
Naturaleza uno (José Luis Cantos Martínez). Muy buen relato que da una interesante vuelta de tuerca disfrazada (solo disfrazada) de realismo al concepto catastrófico, que además otorga gran fuerza a la narración.
Con mi relato, Noche estrellada, uno de los más cortos, trato de crear una atmósfera tensa mediante el uso de la segunda persona. En lo que a la historia se refiere, es sencilla (la calamidad es imaginable por el título), basada en un giro que no puedo desvelar. Si es bueno, que lo juzguen otros. Curiosamente mandé también otro cuento a la convocatoria que no fue seleccionado, pero me parece mejor. Eso sí, menos fosco que éste.
Conan el Cimmerio: El pueblo del Círculo Negro
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Conan o un supermodelo de los '90.
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Hace 1 día