Es bastante habitual en mí leer libros que por salirse de los géneros habituales tocados en Cree Lo Que Quieras no reseño por estos lares. De hecho, ni siquiera los menciono. Voy a hacer una justificada excepción con el célebre El Club de Lucha, de Chuck Palahniuk (1999).
Pero esta excepción, como digo, es justificada. Primero, porque creo que el público destino de esta novela es el mismo que el de muchas de las obras de ciencia ficción o fantasía urbana de las que suelo hablar. Y segundo, porque se basa en una premisa humanamente imposible que hace que los cimientos de la historia sean, en cierto modo, fantásticos, aunque tal detalle carece de importancia en el conjunto. Respecto a la premisa, no hablaré de ella por si se diera el improbable caso de que leyera estas palabras alguien que no hubiera leído el libro ni visto la extraordinaria adaptación al cine de David Fincher. Sí, me refiero a “eso”: un disparate científico pero un interesantísimo supuesto.
La historia parte de una situación extrema para lanzarnos hacia atrás y contemplar cómo hemos llegado a ella de la mano del protagonista absoluto y narrador (siempre en primera persona), cuyo nombre jamás llegaremos a conocer. No obstante, a él sí que le conoceremos bien, comenzando por su problema de insomnio extremo, que actuará como catalizador para conducirle a situaciones también extremas. La única manera de encontrar consuelo (y dormir) de nuestro hombre será absorbiendo el dolor de los asistentes a grupos de apoyo de todo tipo, hasta que no pueda seguir haciéndolo a sus anchas por encontrar en ellos a otra alma torturada como la suya, la de la desgraciada Marla Singer. Entonces su situación empeorará más aún, encontrándose en su caótica vida con Tyler Durden, sociópata antisistema cercano al anarquismo, violento de obra y pensamiento, que se convertirá en inseparable compañero de viaje e irá impregnando con sus ideas radicales al protagonista, primero con el Club de Lucha que titula al libro, gloriosa celebración de la violencia puesta al servicio de anónimos cotidianos, y después con el aún más radical, multitudinario y misterioso Proyecto Mayhem (Proyecto Caos), que conducirá al narrador más allá de los límites de la locura. Casi desde su aparición Tyler se convertirá en el centro fáctico de la historia, siendo el objeto de las miradas en su presencia y de las preguntas en su ausencia.
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