Para todos los que adoramos al Hannibal Lecter de El Silencio de los Corderos, odiamos al John Doe de Se7en, nos reímos e inquietamos por igual con el Joker de El Caballero Oscuro, o en general recordamos a tantos psicópatas de película —y tantas películas bodrio de psicópatas nos hemos tragado sin querer queriendo—, no está de más recordar que todo empezó, en gran medida, con M, el vampiro de Dusseldorf (M, 1931).
En este film, no un vampiro sino un asesino de niñas, anda suelto por la ciudad alemana, creando una terrible alarma social, y las autoridades andan desquiciadas dando palos de ciego, lo cual ocurrió realmente e inspiró el guión.
Las crecientes presiones policiales van mermando la operabilidad de las mafias, que deciden también intentar atrapar al misterioso asesino. Y cuando policías, delincuentes y ciudadanos de a pié están al acecho… En fin, que habrá que ver la película.
M es sencillamente impresionante. Algunos planos-secuencia imposibles, y uno de los mejores juegos con el montaje que he visto, frenético pero elegantísimo. Estas sutilezas técnicas no hacen sino mejorar la calidad narrativa, siendo todos los personajes creíbles, bien definidos y con motivaciones razonables. En especial el asesino: el bajito pero enorme Peter Lorre.
Y es que Fritz Lang, el director, es uno de los mejores que ha dado este arte, haciendo mudo o sonoro, cine expresionista o film noir. Y él mismo consideraba a M su mejor película (¡Diablos!) Fue su primera obra sonora y de las últimas que realizó en Alemania antes de darle calabazas a Goebbels, quien le quería para la maquinaria propagandística nazi. Lang huyó.
En Alemania dejó un puñado de genialidades del expresionismo alemán imprescindibles además de ésta como Metropolis, o El testamento del doctor Mabuse, quizá los primeros largos de la historia de la ciencia ficción y del fantástico, respectivamente. Ahí es nada.
Es imperativo ver M, ya no por homenajear a Fritz Lang, ni por sus escalofriantes claroscuros y su fotografía que es una explosión creativa, ni por ser una de las precursoras del género, ni siquiera por su trepidante ritmo narrativo, sino porque es una película endemoniadamente entretenida. Bueno, y por todo lo anterior también.
The children of the sky
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