Realicemos un símil cinematográfico. ¿Cuál es el problema de El Padrino III? Es una película magnífica, repleta de escenas memorables, muchas de ellas fabulosas, bien interpretada, guionizada y dirigida. ¿Por qué razón, pues, está considerada como menor? El motivo salta a la vista pues lo lleva en el nombre: es la continuación de El Padrino I y II, que son indiscutibles obras maestras, por lo que magnífica se queda corto. Salvando las distancias, con
El sueño de los dioses,
Javier Negrete escribe una más que buena novela, pero tiene el problema de sus predecesoras,
La espada de fuego, que es muy buena, y sobre todo
El espíritu del mago, excelente.
El sueño de los dioses está muy bien escrito y tiene momentos de gran brillantez, a la altura de los mejores de la saga de Tramórea, mas le pesa demasiado ser una continuación directa del fantástico clímax de su predecesora por diversos motivos. Naturalmente, después del subidón de la compleja batalla final que le precede, ha de sobrevenir una calma que pesa en demasía sobre la narración. Obliga a un
arranque de novela muy calmo que a veces se antoja perezoso. Además, trata demasiado de volver sobre los pasos de la citada batalla para ir atando cabos sueltos, que quizá podrían haberse evitado empleando más elipsis. También se introduce una subtrama poco atractiva (la de Ariel y las Atagairas), que si bien tiene su razón de ser narrativa, que más adelante se hará evidente, a priori no convence al lector, pues parece algo repetitiva, dando
cierta sensación de relectura. Otra sensación es la de
inconclusión: las anteriores partes eran relativamente autoconclusivas, mientras que ésta queda capada más bruscamente. ¿Exigencias editoriales para optimizar ventas? ¿Demasiadas páginas en una trilogía que por ello se transforma en tetralogía? Hasta aquí, todo lo que no me ha convencido, y es que
a partir de algo menos de la mitad del libro se producirá un punto de inflexión desde el cual la novela ganará enteros, llegando al nivel sobresaliente que Negrete alcanzó con la anterior parte de la saga.
Es éste el momento en el que os sugiero que si no habéis leído las dos primeras partes, os saltéis este párrafo y el siguiente, pues aunque no desvelaré ningún detalle importante de El sueño de los dioses, sí que daré por leídas las dos entregas anteriores. Recordemos que nuestro protagonista,
Derguín Gorión, unos días antes cronológicamente del inicio de esta parte, tuvo una grave confrontación con el señor de Etemenanki, aderezada por la siempre vil presencia del brujo Ulma Tor. Debido a ella, y de alguna manera, se rompió la barrera que separaba, o quizá protegía a Tramórea de los temibles dioses, residentes en esa suerte de Olimpo que es el
Bardaliut. Esto implica que a lo largo de la presente narración
los dioses entrarán a formar parte de la ecuación como algo más que intangibles objetos de culto. Es justo a partir de ese momento desde el cual la historia ganará enormemente en interés,
regresando a la dinámica de la brillantez, atrapando al lector irremediablemente hasta la última página, desde la que correrá hacia la siguiente y última parte de la saga.