A veces, cuando pienso en los hermanos Arkadi y Boris Strugatski (autores de Picnic extraterrestre), se me va la cabeza sin quererlo a nuestro Luis García Berlanga. No tienen nada que ver ni en temática, ni en estilo, ni siquiera en el arte que cultivaban, sin embargo en ambos casos llevaron a buen puerto obras maravillosas que criticaban arduamente un régimen represor delante de las narices de ese mismo régimen. Probablemente Berlanga fuera mejor cineasta que los Strugatski literatos (ahí queda El verdugo, sutil obra maestra contra el franquismo durante el franquismo que ilustra lo que digo), pero los hermanos no quedan a la zaga en cuanto a temeridad contra el totalitarismo soviético post Segunda Guerra Mundial, y para ello solo tenemos que pensar en Qué difícil es ser Dios (1964).
En esta novela nos encontramos con una serie de individuos escondidos a plena vista, sobre el terreno en una sociedad medieval, destinados a observarla para que otros compatriotas con vocación historiadora saquen sus propias conclusiones mientras que ellos se limitan a contemplar sin casi intervenir. Estos observadores, estos dioses mucho más avanzados e ilustrados, descubrirán lo frustrante y difícil de su labor a medida que la desempeñen y nosotros, como lectores, nos adentremos en una estupenda historia de ciencia ficción social y aventuras (entre otras cosas), descubriendo su origen y los vericuetos de la sociedad en la que se hallan inmersos.
Por otro lado también iremos desentramando con el paso de las páginas cómo los asesinatos y desapariciones organizados desde un ministerio de esta sociedad hacia miembros de la élite intelectual y científica de la misma (y provocando por tanto su retraso y estancamiento) con los que tras la Segunda Guerra Mundial sufrieron los escritores soviéticos por parte de ese gobierno represor, que les decía sobre qué debían escribir y cómo, hasta el punto de poder identificar al hediondo ministro (un personaje escrito para ser detestado) con el líder del KGB en aquel momento. Y es que los mismos Strugatski recibieron “recomendaciones” de “debéis escribir más como en este libro que en como aquel, o dejar de escribir”. Su respuesta fue, desde luego, como la de Berlanga, muy inteligente.
Conan el Cimmerio: El pueblo del Círculo Negro
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