Y ya iba siendo hora de que pusiéramos el punto final al especial Mistborn y con él a la trilogía original de Nacidos de la Bruma, en la que Brandon Sanderson saca todo el provecho a su forma de entender el género fantástico, que como ya mostrara en Elantris consiste en coger los cánones del mismo, quedarse con lo justo y poner el resto de su propia cosecha. Por lo que a esta saga se refiere se inventó un mundo y unos personajes para la primera entrega, El Imperio Final, incluido un complejo a la par que estimulante sistema mágico. Pero como esta novela acababa (considerablemente) al pasar la última página, Sanderson se preguntó ¿y qué podría pasar después de este final? Y para contárnoslo continuó la historia con El Pozo de la Ascensión, en el que enredaba a gusto con el mundo que nos había planteado. Por supuesto, no queda sino concluir la aventura, poniendo cierre a la aventura con El Héroe de las Eras (2010), que además del nombre de un ser mítico en esta saga es el título de la tercera entrega de la trilogía.
En primer lugar echemos la vista atrás para ver el punto de partida: sí, reconozcámoslo, la heroína que nos ha acompañado durante todo el trayecto, la menuda pero mortífera Vin, la ha cagado. Aun con la mejor de las intenciones ha liberado a Ruina, un dios malvado y destructor, manipulador e intangible y muy superior a su antagonista Preservación. Es aquel al que intentaba mantener a raya el terrible Lord Legislador, archienemigo de la primera parte. Y parece que de alguna manera relacionado con ello el mundo entero se está viniendo abajo: ejércitos de koloss campan a sus anchas sembrando muerte y destrucción; las cenizas que antes no eran sino una severa molestia ahora amenazan con sepultar el suelo; las terribles leyendas sobre la bruma asesina amenazan con convertirse en realidad. Y por si fuera poco la antigua amenaza de los inquisidores ha regresado más terrible que nunca. Y lo único que nuestros héroes Vin y Elend pueden hacer es descifrar un antiguo y complejo enigma que el Lord Legislador dejara para cuando todo estuviera ya perdido.
En parte por ese enigma la acción de esta parte deberá dividirse entre diferentes escenarios y eso beneficiará el dinamismo de su lectura, demasiado lineal en sus predecesoras: más allá del indudable atractivo de Luthadel, capital del reino, esta vez también bajaremos a Urteau, una especie de pequeña Venecia dominada por skaas y con ceniza en los canales, y en la que se pasa a todo noble por el fuego purificador. También conoceremos Fadrex, pequeño reducto que parece vivir excluido de la hecatombe general.
Conan el Cimmerio: El pueblo del Círculo Negro
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Conan o un supermodelo de los '90.
*«Es milagroso que hayáis podido cruzar la niebla y salir vivos de la
alfombra de Yimsha, pero aquí se acaban los mil...
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