En primer lugar recordemos que una distopía nos presenta una situación global o modelo social futuros, habitualmente desastrosos, al menos desde el punto de vista de la moral actual. Con frecuencia han estado inspiradas en el nazismo o el comunismo post Segunda Guerra Mundial. Sin embargo el sentido y contenido de una distopía puede ser mucho más amplio, incluyendo desde futuros postapocalípticos a otros más cercanos en los que cuatro cosas han salido mal (eso sí, cuatro cosas de gran importancia). Por supuesto, hablar de este género nos hace pensar en sus tres obras más célebres: Un mundo feliz de Aldous Huxley,1984 de George Orwell y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Las tres estarán muy presentes, homenajeadas e incluso referenciadas explícitamente en Mañana todavía, mas no es necesario haberlas leído para llevarse a las manos esta antología.
Voy ahora con los relatos recopilados por Ricard Ruiz Garzón para la misma, uno a uno:
Con WeKids una Laura Gallego que se arranca la etiqueta de sus novelas más alimenticias de fantasía juvenil, lleva hasta el extremo las redes sociales, creando una para niños desde el momento en que nacen. La antología arranca notablemente, dándonos pistas de su tono.
Al garete de Emilio Bueso no me encantó al leerlo; a pesar de su perfecta factura. Sin embargo la fuerza visual de alguno de sus fragmentos ha permanecido en mi memoria desde entonces, y creo que esto es de lo mejor que puede decirse de un relato.
En 2084. Después de la revolución, miramos ya desde el título a las distopías clásicas, y Elia Barceló logra transmitir en gran medida la sensación de desesperanza que en aquellas encontrábamos, precisamente mediante el desarrollo de personaje de su esperanzada protagonista.
Con Instrucciones para salvar el mundo, Felix J. Palma lleva hasta el extremo la profesión del protagonista de 1984, y lo hace de manera brillante, adentrándose en el terreno del surrealismo y nadando a su antojo por él para nuestro disfrute.
En El error, la autora mainstream Rosa Montero nos cuenta con saber hacer una historia que aunque no acabe de sorprender, es correcta, bien construida y entretiene sobradamente, especulando con la estratificación social, entre otras cosas. Es el único relato no inédito (apareció por entregas en El País).
Limpieza de sangre, de Juan Miguel Aguilera es una de las mejores narraciones del libro, que bien podría extenderse a novela o tener continuaciones. Buen desarrollo de personajes, estilo pulcro y selección de temas que, no sé si a propósito, escoge dos de las cuestiones más inquietantes del año a nivel mundial, que siguen y seguirán dando que hablar durante mucho tiempo.
Con Camp Century, Marc Pastor da una (o dos, o tres) vueltas de tuerca a Fahrenheit en una narración inquietante y por momentos profundamente perturbadora. Es otro de los relatos que más me ha gustado, que continúa El año de la plaga, novela previa que no es necesario haber leído para este relato (yo no lo he hecho).
En el ático, de Rodolfo Martínez es otro de los relatos destacados, aunque quizá más por tratarse de una narración fluida y original, mezcla de aventuras, detectivesco, acción y cyberpunk, que por una profunda carga distópica. Atrae y atrapa.
La inteligencia definitiva de José María Merino es una original historia en la que da una versión bien diferente de skynet, evolucionada desde los teléfonos móviles, y especulando sobre humanidad, progreso y creatividad, aunque parece faltarle un poco de desarrollo.
Gracia es otro de los relatos más destacados, a la par que inquietantes. En él, Susana Vallejo realiza una narración realista y verosímil ubicada en un barrio barcelonés, y precisamente por esta credibilidad nos deja un vacío en el estómago. Algo previsible, no obstante.
En Colapso, Juan Jacinto Muñoz Rengel nos aturde casi tanto como a sus personajes, en un buen relato que sabe a poco sobre la dependencia tecnológica.
En este caso, y que sea por una vez cierto aquello de que lo mejor para el final, encontramos Los centinelas del tiempo de Javier Negrete, una maravillosa novela corta en la que no solo refiere a las distopías mencionadas siendo ella misma una distopía genuina, sino que además rinde tributo a clásicos literarios como La Odisea, El Señor de los Anillos (impagable su revisión) o La patrulla del tiempo de Poul Anderson (que da título a la novela corta). Aquí podemos encontrar al Negrete niño creciendo como lector con las novelas que le marcaron y le hicieron progresar y definirse (con el que encuentro imposible no identificarme), así como al profesor, conocedor y sufridor de tantas y tan lamentables reformas educativas en las que la corrección política a veces ha prevalecido sobre la valía (de educadores y alumnos). Estos aspectos explota su distopía. Por momentos es amable, incluso entrañable, otras veces hilarante, encontrando los momentos con diferencia más divertidos de un libro que en buena lógica no destaca por su humor, pero también hay una sombra muy oscura detrás de las páginas, y el lector es plenamente consciente de ello en todo momento.
En definitiva, una antología notable que gracias a la incorporación de esta última novela corta sube de categoría a sobresaliente, además de una perfecta excusa para conocer o avanzar en algunos de los escritores más granados del género.
2 comentarios:
¡Que buena pinta!
Solo por la obra de Negrete ya merece la pena. Genial.
Pero es que el resto también está bien.
Saludos Jesús.
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