A pesar de la extrema pulcritud de la estancia en que se encontraban, algo desprendía un ligero olor a ozono alrededor de la aséptica mesa triangular que constituía el único mobiliario. El aroma no procedía de la habitación, sino de los dos alienígenas que quedaban suspendidos sobre el aire en dos de los tres extremos de la mesa.
El vértice más elevado correspondía a la personalidad de mayor rango, por lo que era ocupado por el juez titular del tribunal más antiguo del universo. Se trataba de un oriundo de Vega, con imponente cuerpo de medusa de tres metros de diámetro, flotando arrogante mientras dejaba su poderoso tentáculo único mecerse bajo el cuerpo como una bandera al viento. En otra esquina y en representación de la acusación, un insectoide del sistema Próxima Centauri de apenas un par de palmos, frotaba en un murmullo desagradable sus antenas superiores. El otro ángulo apuntaba inculpador hacia el tercero en la sala, humano: el gobernante primero del planeta Tierra.
- Nos hallamos reunidos, en convocatoria extraordinaria de la Corte Penal Interplanetaria en el juzgado móvil número 9 del Espacio Exterior ubicado en la Luna, satélite natural del planeta Tierra –rompió el silencio el juez con un grave gorgotear–, planeta acusado de crímenes de guerra, genocidio, y exterminio de la especie jaluriana natural del planeta Jal del sistema Alfa Centauri A. ¿Cómo se declara el gobernante primero del planeta en nombre del mismo?
- Ino... –comenzó a hablar el humano, pero tuvo que aclararse la garganta, picajosa por el contacto con el ozono–. Inocente de todos los cargos.
- Pase pues el fiscal a la exposición de los hechos –respondió el juez moviendo su tentáculo en lo que podría bien haber sido un gesto de indiferencia.
- La sucesión de los desgraciados acontecimientos fue la siguiente –comenzó el insectoide con su voz chirriante e irritante tras una pausa dramática dramáticamente corta–: tras ganar una guerra de una década solar de duración
- ¡Guerra que ellos empezaron! –gritó el hombre
- Aguarde hasta su turno de palabra –se impuso con celeridad el inmenso juez–. Continúe, por favor.
- Tal y como decía –prosiguió el pequeño fiscal–, tras ganar una guerra de una década de duración, la Tierra no aceptó la rendición incondicional de Jal, presentada en dos ocasiones y…
- Y las dos veces era una farsa que…
El tentáculo del juez se movió vertiginosamente alcanzando al humano en la mano desnuda. La neurotoxina paralizante causó efecto inmediato, dejándolo a media palabra. Tras un silencio tenso, el insectoide volvió a hablar sin interrupciones.
- Después de ignorar las rendiciones de los jalurianos, los terrícolas iniciaron una persecución que les llevó a atacarlos y matarlos sin descanso hasta el mismo planeta Jal –los ojos lagrimando del hombre trataban de protestar, solo que no podía mover ni un músculo–. Una vez en el planeta natal de sus enemigos y mediante el uso de armas de destrucción genética, aniquilaron al resto de habitantes de Jal así como a los jalurianos de fuera de su planeta en una reacción en cadena asesina.
El juez volvió a alargar su apéndice tocando de nuevo al primer mandatario terrestre.
- Ahora puede hablar en su defensa.
El hombre, aún con lágrimas en los ojos, se frotó la dolorida mano rozada por el tentáculo por la otra, y carraspeó sonoramente antes de empezar.
- En primer lugar la guerra la empezaron los bichejos.
- Los jalurianos –corrigió el fiscal.
- Los jalurianos –concedió–, y estoy hablando yo –el fiscal miró al juez y reculó, un poco temeroso–. Ellos desembarcaron en la Tierra sin permiso y ellos empezaron a pegarnos tiros. La respuesta bélica fue adecuada. Aunque nos llevara a su jodi… A su planeta Jal. Nuestra inteligencia afirmaba que sus ofertas de rendición eran en realidad trampas para reagruparse y volver a atacarnos.
- La realidad es que la maquinaria de guerra jaluriana era casi inexistente en ese instante –insertó el fiscal aprovechando la vacilación.
- Pero es que los bichejos eran… –el humano se mordió la lengua.
- Diríjase a ellos como jalurianos –interrumpió la medusa gigante–. Todas sus valoraciones serán tenidas en cuenta, pero resta por considerar la crucial cuestión del exterminio mediante ataques de destrucción genética. Ataques con ensañamiento.
- Es que cuando llegamos a Jal con la nueva arma no sabíamos. ¿Cómo íbamos a imaginarnos que al matar a la reina caería toda la colmena? ¡Y cómo! Esos jalurianos eran…
- Tanta ferocidad…
- Podían contraatacar.
- No podían.
- Es que esos jalurianos eran –y por fin se le fue, poniendo desmedido énfasis en la última palabra mientras levantaba las manos al cielo–. ¡Esos bichejos eran asquerosos!
- Cerramos, pues, las intervenciones –dijo el juez tras un largo, largo silencio.
Durante los siguientes minutos el fiscal se movió inquieto, haciendo extrañas piruetas de vez en cuando. El hombre trató de recordar cómo rezar, pero ni siquiera le venía a la mente dios alguno al que hacerlo. El juez deliberaba con un movimiento de su tentáculo en espirales hacia arriba y hacia abajo como si fuera un sacacorchos. Por fin dejó de moverse. Había veredicto.
- Por los cargos de crímenes de guerra, se declara a la Humanidad: inocente –el humano dejó que se dibujara una sonrisa en su cara –. Por los de genocidio y exterminio de otra especie inteligente y civilizada se declara a la Humanidad: culpable.
- No, no, no, no, no, no –empezó a decir cada vez más fuerte el líder con la sonrisa fulminada.
- La pena a pagar por el delito de exterminio, es también el exterminio de su especie.
- No, no, no, no, no. Otra vez no.
- Que será ejecutado mediante el lanzamiento a la Tierra de un meteorito que acabará con toda la vida pluricelular sobre el planeta. Quién sabe –se permitió opinar–, puede que dentro de muchos, muchos millones de años la siguiente evolución de especie dominante del planeta corra mejor suerte.
Cartas de Papa Noel de J.R.R. Tolkien, regreso a la infancia
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*“Querido John: **Me he enterado de que le has preguntado a tu papá cómo
soy y dónde vivo”.*
Cada Navidad, los hijos del profesor *J. R. R. Tolkien*...
Hace 1 día
4 comentarios:
Este relato, mucho más mero divertimento que reflexión especulativa, iba a aparecer en el número 2 de una revista de ciencia ficción que empezó siendo muy interesante pero desgraciadamente quedó en nada.
Como ya ha pasado mucho tiempo sin que esa revista vea la luz (se trataba de un especial sobre alienígenas hostiles), os lo muestro aquí.
Pues una pena que no se publicara porque es interesante, me ha mantenido en la intriga hasta el final.
Siento pertenecer a la raza que van a exterminar... pero qué le vamos a hacer, la verdad, nos lo merecemos, y no precisamente por salir fuera a exterminar extraterrestres, ya nos ocupamos de exterminar a los que tenemos cerca...
Un saludo Pedro,
¿El fin de la raza humana?
Un castigo un poco severo por matar a unos cuantos bichejos, ¿no?
Buen final, aunque no bonito, la verdad.
Sendas gracias por comentar. Me alegro que os haya gustado el relato.
Yashira, hace tiempo también escribí un cuentecillo con el supuesto que dices (desde un punto de vista externo). La verdad es que ya tengo unos cuantos con el final de la Humanidad de fondo, no sé si hacer que me lo miren, jeje.
BSB, serías un buen gobernante primero de la Tierra ;)
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