martes, 26 de marzo de 2013

Música épica. Los Increíbles (2004), de Michael Giacchino

Michael Giacchinno, sin lugar a dudas uno de los compositores de los últimos años, comenzó realizando bandas sonoras para videojuegos y se hizo famoso con las partituras de series de televisión de la mano de J. J. Abrams (Alias, gran trabajo musical para Lost, Fringe), mas donde con mayor intensidad ha brillado es componiendo para películas de cine, bien siguiendo a su director habitual con excelentes trabajos para Star Trek o Super 8, o en algunas partituras para Pixar, como la de Ratatouille, sus celebradísimas y multipremiadas canciones para Up, o la banda sonora de Los Increíbles, que hoy nos atañe, y es que si hay un género cinematográfico que requiera temas épicos para vestir sus escenas, es sin lugar a dudas el superheróico:



Como podemos comprobar, es muy del gusto de Giacchino entremezclar la orquestación más clásica de bandas sonoras con ritmos más cercanos al jazz y a las big bands de los años 30 y 40. Esto funciona a la perfección con los Increibles, dándole ese toque retro del que hace gala la genial película, una forma de alcanzar esa evocación para los momentos épicos quizá diferente a la de los temas que presento en esta sección, pero igualmente válida y efectiva.

Respecto al resto de la banda sonora, mantiene una tónica similar, y sobre todo un gran nivel de calidad, recordando deliberadamente en numerosas ocasiones al tono misterioso del 007 más clásico.

miércoles, 20 de marzo de 2013

RESEÑA: Terra Nova. Antología de ciencia ficción contemporánea

Estamos en racha. Hace poco os recomendaba Ácronos, una antología steampunk de autores hispanohablantes más que interesante, recién aterrizada en las librerías. Hoy voy a hablaros de otra colección que, en tan solo unas semanas, se ha convertido en uno de los lanzamientos editoriales de la temporada por méritos propios, y también con mayoría de relatos escritos originalmente en castellano. Se trata de Terra Nova. Antología de ciencia ficción contemporánea.


Lo normal de una antología de autores variados es que tenga un nexo temático común. En el caso de Terra Nova esto no es exactamente así. Las cuestiones planteadas son de índole bien diferente; no obstante, sí existe un punto de encuentro entre ellos, y éste es el de la cotidianidad en las historias, la naturalidad a la hora de presentárnoslas, convirtiéndose algunas de ellas en de ciencia ficción únicamente por la presencia de elementos propios de este género: implantes, robótica, inteligencia artificial avanzada o genética entre otros, esto es, avances científicos no presentes hoy día, pero que no se antojan imposibles. Sin embargo, aunque imprescindibles para cada relato, no son estos elementos el centro del mismo, ya que el conflicto narrativo es desencadenado por materias mucho más mundanas: las relaciones sociales, políticas, pero sobre todo humanas, sentimentales, familiares, o indefinibles. Dado este tono, en general no nos encontraremos con historias especialmente grandilocuentes. Por realizar un paralelismo asimoviano, más que a las grandes epopeyas galácticas de la Fundación, se semejarán a las especulaciones sobre vínculos hombre-máquina de Yo, Robot. Ya apuntan Mariano Villarreal y Luis Pestarini (coordinadores) en el inicio del proyecto la línea que pensaban seguir:

“No es casualidad que novelas como La chica mecánica de Paolo Bacigalupi, La carretera de Cormac McCarthy, La mujer del viajero del tiempo de Audrey Niffenegger, Nunca me abandones deKazuo Ishiguro, El sindicato de policía yiddish de Michael Chabon, El cuento de la criada de Margaret Atwood ó El mapa del tiempo de Félix J. Palma, triunfen hoy al margen de portar o no una etiqueta genérica: se trata de ciencia ficción escrita desde una óptica más cercana a las preocupaciones e inquietudes del lector contemporáneo.”

También recomiendo los relatos traducidos en blog Cuentos para Algernon, de tono muy similar a los integrantes de esta antología. Pero, llegados a este punto, mejor hablaros de las partes que conforman la obra por separado:

viernes, 15 de marzo de 2013

RESEÑA: Yo, robot, de Isaac Asimov

No sé cómo funciona exactamente la cuestión de hacer historia, pero el caso es que un buen día llegó Isaac Asimov, ordenó sus ideas junto a un amigo, y desde entonces, todo aquel que ha querido escribir algo sobre robots o inteligencias artificiales, ha tenido que, al menos, pararse a pensar en las leyes de la robótica que el escritor soviético nacionalizado estadounidense formulara a principios de los 40, y que quedaran plasmadas en su colección de relatos Yo, Robot, en 1950, recogiendo relatos previos publicados en revistas y dándoles consistencia de conjunto.



En Yo, robot, Asimov da un repaso a la hipotética historia de los robots desde finales del siglo XX y sobre todo a lo largo del XXI mediante historias independientes en las que ilustrará las tres leyes de la robótica, los conflictos existentes respecto a ellas, morales, lógicos, y de interacción entre ellas. Para quien las desconozca, las leyes son las siguientes:
1ª Ley: Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por su inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
2ª Ley: Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley.
3ª Ley: Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

Ellas son realmente las protagonistas principales de la colección, presentándose algunos relatos como rompecabezas lógicos casi detectivescos en los que tendremos que averiguar el porqué de la actuación extraña de algunos robots dotados de cerebros positrónicos, sabiendo que es imposible que se salgan de esas guías. Así, nos encontramos con historias intelectualmente estimulantes, en las que el lector se convertirá en un robopsicólogo más interpretando estos comportamientos.

lunes, 11 de marzo de 2013

Obras maestras: Arsénico por compasión (1944)

Hoy voy a hablaros de una película ligera de otros tiempos, en los que se solían hacer películas más ligeras, sin que este hecho fuera en detrimento de su calidad. Lo curioso en este caso concreto es precisamente la ligereza dado el momento… y el autor. Hablo de 1944, con miles de muertes al día en la Segunda Guerra Mundial. El responsable, por aquel entonces documentalista de guerra (y propagandista aliado), hizo una parada entre documentales y rodó una de las mejores comedias de todos los tiempos, quizá precisamente porque en ese momento más que en ningún otro hacía falta una sonrisa. Hablo de Frank Capra y de su genial Arsénico por compasión.


Frank Capra ya estaba consagrado como maestro del cine y apuntaba a aquello en lo que se convertiría: uno de los mejores directores de la historia del cine especializado en comedias como Sucedió una noche o Vive como quieras, y en dramas sociales como Juan Nadie, Caballero sin espada o El secreto de vivir, pero si bien sus obras solían estar caracterizadas por cierto tono desenfadado “para todos los públicos”, no rehusaban tocar los problemas de la realidad, como la Gran Depresión, la corrupción política, e incluso en sus comedias sugería cuestiones avanzadas para su época. En Arsénico por compasión, que es una comedia neta basada en una obra teatral, pone más personajes locos que cuerdos en escena, e incluso a varios psicópatas, casi 50 años antes de que el bueno de Hannibal Lecter pasara a formar parte del imaginario colectivo.

La historia, contada con ritmo frenéticamente divertido, es disparatada como pocas. Comienza cuando el bueno de Mortimer Brewster (Cary Grant), un conocido cínico recalcitrante respecto al matrimonio, va a casa de sus adorables tías para anunciarles que se ha casado y se dispone a marchar de viaje de novios. Éstas, viven con otro tío que se cree Teddy Roosevelt que carga dentro de la casa escaleras arriba cada vez que se le antoja. Hasta aquí todo se presenta como caldo de cultivo para la clásica comedia de enredo, y Arsénico por compasión lo es, pero cuán grande es la sorpresa de Mortimer al descubrir la afición secreta de sus tías.


lunes, 4 de marzo de 2013

RESEÑA: Neverwhere, de Neil Gaiman

Richard Mayhew es un tipo corriente y moliente. Trabaja en una oficina, vive en un pisucho y lleva una vida tan corriente como él en un Londres contemporáneo. Lo único que se sale un poco de lo normal, quizá, es una novia ambiciosa y demasiado guapa para él, tan dominante que bien podría considerarse a sí mismo como un calzonazos. Entonces, una noche extraña tras un mal día, encuentra por la calle a una chica malherida a la que, un poco por pena, otro por impulso, decidirá ayudar. Este encuentro con Puerta, pues tan curioso nombre tiene, sacudirá su existencia normal, llevándolo a asomarse a la boca del lobo, un mundo paralelo al que conoce, pero mágico, bizarro, sorprendente y muy, muy peligroso. Vivía en Londres, ahora intentará sobrevivir a Londres de Abajo. Bienvenidos a Neverwhere, de Neil Gaiman.


Neverwhere es la primera novela en solitario de Neil Gaiman, tras la colaboración con Sir Terry Pratchett para escribir la divertidísima Buenos Presagios. Así podríamos decir que es su opera prima, pero si realizáramos tal afirmación, tendríamos que añadirle un asterisco del tamaño del Museo Británico. En el año en que apareció, 1996, Neil Gaiman ponía el punto final a los guiones para la serie regular de su gran obra maestra para el noveno arte: The Sandman, tras ocho años ininterrumpidos de genialidad. Así que a pesar de cambiar viñetas por novelas, era un más que bregado contador de historias, muchas de ellas ambiciosas, largas y de mayor alcance que la mayor parte de los libros que he leído.

De esta forma, aunque se note al autor primerizo en algunos aspectos, como una búsqueda demasiado dilatada del manejo del ritmo de la narración, un ligero exceso de bombardeo de ideas hacia el lector, o cierta previsibilidad en el curso de los acontecimientos, podemos perdonar estos defectillos tan solo echando un vistazo a las virtudes de Neverwhere. La narración puede que sea imperfecta, pero es entusiasta. Cierto es que hay muchas ideas, pero son brillantes, genuinamente “gaimanescas”, y aunque veamos venir algunos hechos (tampoco demasiados), esto nos da igual, porque la historia es sobradamente interesante, despierta avidez lectora e iremos conociéndola con gusto.

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