viernes, 30 de septiembre de 2011

Música épica. El Señor de los Anillos (1978), de Leonard Rosenman

Hace mucho tiempo que me apetece compartir aquí otra de mis aficiones: las bandas sonoras de películas. En especial los temas épicos. Y no, no hablo de Blind Guardian, banda que se merece mi respeto aunque no me guste. Hablo de la orquestación. Hablo de la música que aparece en esa batalla, en esa escena de acción, la que convierte la puesta en escena del villano de la película en memorable, o el tema que se escucha cuando el héroe sortea a sus enemigos. Y otra cosa: no es mi idea poner la Marcha Imperial de La Guerra de las Galaxias, aunque quizá caiga algún tema más desconocido u olvidado de John Williams. Aquí nace la sección Música épica. Espero que mis selecciones os gusten. Ya me comentáis.

Para inaugurar voy a poneros uno de mis temas favoritos de este estilo. Se trata del que cierra la banda sonora de aquel desastre que fue El Señor de Los Anillos de 1978, el largo de animación de Ralph Bakshi que tenía muchas cosas malas, alguna buena, y unas pocas muy buenas, de las que la mejor es la partitura de Leonard Rosenman. En concreto este tema empieza durante el final de la película con una melodía muy suave de acompañamiento, pero a partir de los dos minutos se transforma en una fanfarria heroica que a mí, particularmente, me entusiasma.


 
 

lunes, 26 de septiembre de 2011

RESEÑA: Elantris, de Brandon Sanderson

No voy a decir que, a pesar de sus magníficas críticas, me entregué a Elantris con los ojos cerrados. Orson Scott Card sostiene en la portada del libro “La más bella novela de fantasía que se escribirá en muchos años”. Buen escritor el señor Card, mormón, cada vez más fanático religioso, y extremista en sus opiniones sobre política y ciencia. Esto me puso un poco en guardia, reconozco, pues Brandon Sanderson, el autor de la novela, también es mormón. ¿Corporativismo literario religioso? Decidí darle una oportunidad a Elantris, degustándolo con reservas, y la verdad es que he devorado sus más de 600 páginas, y al final he acabado chupándome los dedos.


La novela está bien escrita, con una prosa fácil pero para nada exenta de calidad, tranquila que no lenta, bien llevada. Los personajes están perfectamente dibujados, en especial los tres principales.

Raoden, el verdadero protagonista, príncipe de Arelon que ve su vida cambiar de forma drástica al ser afectado por una terrible maldición, la Shaod, que mata su cuerpo permitiéndole continuar dentro del mismo, acumulando heridas que jamás cicatrizan, mas continúan doliendo de forma acumulativa. Esta maldición se encuentra omnipresente en la historia, descrita a la perfección hasta el punto de que es muy fácil para el lector imaginar lo que sería el horror de sufrir ese dolor, permaneciendo en la retina del mismo y trascendiendo a la historia. Tras el terrible acontecimiento que abre el libro, Raoden será arrojado al destierro de Elantris y despojado de todos los beneficios de su posición, armado solo por un puñado de grano y su astucia.

Sarene es el segundo personaje principal. Llega a Kae, capital del machista Arelon por su matrimonio político con Raoden, para aparecer en el momento del funeral de su esposo, al que nunca ha visto. Acostumbrada a ser de vital importancia en el gobierno, tendrá que buscar su sitio en un reino que parece abocado al fracaso.

Por último, Hrathen, un gyorn (sacerdote de alto rango) evangelizador del expansionista imperio vecino (imperio no en guerra pero tampoco muy amistoso con los dos reinos mencionados), llega también a Kae vestido de religioso pero con planes quizá más ambiciosos. Rápidamente se ganará la enemistad de Sarene. Los enfrentamientos entre ambos personajes, memorables.

Además, hay otra entidad tan bien caracterizada que casi alcanza el grado de personaje con personalidad propia desde que una década antes de los acontecimientos descritos cayera la maldición, y no es otra que la ciudad de Elantris, antigua cuna de dioses, ahora donde se encierra a los azotados por la Shaod. Semiderruida y decrépita, es una presencia constante cuya sombra alcanza tanto dentro como fuera de la ciudad.

sábado, 24 de septiembre de 2011

¿Por qué leer?, ¿por qué escribir?

Estaba anoche con la novela que tengo ahora entre manos descansando sobre mi pecho, mientras yo la degustaba con placidez acostado en la cama, cuando mis ojos se encontraron con las siguientes palabras:  

(...)

Dunstan se dio cuenta de cómo la tela sedosa de su vestido se aferraba a su cuerpo; fue consciente de sus curvas elegantes y de sus ojos violeta puestos sobre él, y tragó saliva. 

 Dunstan se metió la mano en el bolsillo y sacó su pañuelo. Ya no podía mirar a la mujer. Volcó el dinero sobre el mostrador. 
  —Cóbrate lo que valga esto —dijo, escogiendo de la mesa una campanilla blanca y pura. 
  —En este tenderete no aceptamos dinero. —Le devolvió las monedas. 
  —¿No? ¿Y entonces qué aceptáis? 
  —Ahora estaba de lo más nervioso y su única misión era obtener una flor para... para Daisy, Daisy Hempstock... obtener su flor y partir, porque, a decir verdad, la joven le estaba haciendo sentir terriblemente incómodo. 
  —Podría quedarme el color de tu pelo —dijo ella—. o todos tus recuerdos antes de los tres años. Podría quedarme con el oído de tu oreja izquierda... no todo, sólo el suficiente como para que no disfrutaras de la música, ni de la corriente de un río, ni del suspiro del viento. 
  Dunstan sacudió la cabeza. 
  —O un beso tuyo. Un beso, aquí en mi mejilla. 
  —¡Eso lo pagaré de buen grado! —dijo Dunstan, que se inclinó sobre el tenderete, entre el repiqueteo de las flores de cristal, y depositó un beso casto en su suave mejilla. Entonces pudo oler su aroma, embriagador, mágico; le llenó la cabeza y el pecho y la mente. 
  —Bien, ya está —dijo ella, y le entregó su campanilla blanca. Él la tomó con unas manos que de pronto le parecían enormes y torpes, en absoluto pequeñas y perfectas en todos los aspectos, como las de la chica del país de las hadas—. Y esta noche volveremos a vernos aquí, Dunstan Thorn, cuando la luna se oculte. Ven aquí y silba como un mochuelo. ¿Sabes hacerlo? 
  Él asintió y se alejó de ella vacilante; no le hacía falta preguntar cómo sabía su apellido, se lo había arrancado, junto con otras cosas, como por ejemplo su corazón, cuando él la besó. La campanilla cantaba en su mano.
(...)

Inmediatamente después de leer este fragmento, tuve que cerrar el libro y clavar la mirada en el techo blanco y soso del dormitorio, imbuido por el éxtasis lector. Y a continuación pensé "por esto quiero escribir, para que alguna vez alguien aparte sus ojos del papel, disfrutando de un pequeño momento de satisfacción verdadera por algo que yo le haya contado".

martes, 20 de septiembre de 2011

Obras maestras: La vida privada de Sherlock Holmes (1970)

Es quizá Billy Wilder el mejor director de la historia del cine. De la misma manera que quizá lo sea Alfred Hitchcock, o Fritz Lang, o Kubrick, o Coppola o Spielberg entre otros muchos. En definitiva, es uno de los más grandes, uno de esos hombres que hicieron crecer este arte hasta lograr que muchos lo amemos profundamente. También tenía una virtud muy especial su cine: la diversificación. A todos nos vienen a la mente sus obras maestras en la comedia (Con faldas y a lo loco, En bandeja de plata, Primera plana, Uno, dos, tres, …), pero fue capaz de repetir en bien diferentes géneros. Las películas de aventuras (la casi desconocida joya Cinco tumbas al Cairo), el cine de intriga, habitualmente mezclado con otros géneros (Testigo de cargo –juicios–, Perdición –noir–, El crepúsculo de los dioses –metacine–…), drama (El Apartamento, El gran carnaval, …). Si sigo, a lo tonto voy a mencionar toda su filmografía. Una sugerencia: vedlas todas. Incluida, por supuesto, La vida privada de Sherlock Holmes.


 

La primera vez que vi La vida privada de Sherlock Holmes, inevitablemente me fijé en la trama detectivesca, y como a decir verdad es muy interesante —no en vano es una historia del gran detective—, disfruté por tanto mucho con desapariciones y búsquedas, con enanos y monjes que pasaban por allí, con el Club Diógenes y con el genial Mycroft, el hermano listo de los Holmes, pero no pude apreciar del todo la obra. Para empezar, ¿Por qué se titula así? Pues porque, con un agradable traje de engañosa comedia en la mayoría del metraje, se nos presenta al personaje, y lo demás es un pretexto. Su falsa misoginia, su casi azarosa lucha contra el tedio mediante inventos de dudosa utilidad, su drogadicción, que más que en ninguna otra película del personaje aquí es explícita. En definitiva, sus defectos, pues las virtudes (valor, ingenio o búsqueda de la justicia) ya los conocemos. Así en este film sin darnos cuenta vamos conociendo alegremente a un Holmes muy humano escondido debajo de un disfraz de sí mismo, para que al fin, como de un pescozón que nos saca del sopor, nos digan que te lo estoy contando, que es de verdad y también siente y nos damos cuenta de que es así.

Por supuesto, Billy Wilder es un maestro contándonoslo. El ambiente está muy logrado, no excesivamente oscuro –para ser una peli de Holmes-, lo que funciona a favor de una narración nítida. Los actores también están bien (destaca Robert Stephens como Holmes, una muy guapa Geneviève Page como Gabrielle y la siempre agradecida presencia de Christopher Lee como Mycroft). Watson, para mi gusto, demasiado payaso, llega a convertirse en un personaje cómico genuinamente wilderiano, pero también tiene sus momentos de mayor profundidad. Impecables los decorados y escenarios, así como la partitura de Miklos Rozsa (uno de los grandes clásicos de Hollywood).

Lo indicado hasta ahora me parece motivo suficiente para verla, mas es sin embargo lo que más me gusta de la película el que cada vez que la vuelvo a ver, me gusta más, descubro nuevos matices o detalles, disfruto más con la comedia, con esa primera media hora casi insustancial pero muy divertida, repleta de sarcasmo autorreferencial, con la intriga, que me da tiempo a olvidar lo suficiente de un visionado a otro y así volver a disfrutar, y me parecen más finos los diálogos de principio a fin. Y vuelvo a descubrir al Sherlock Holmes de Wilder y recuerdo por qué me gustaba tanto. Además, no tengo la impresión de que envejezca, sino de que gana con el tiempo. Ahora me pregunto cómo hubiera sido la cinta que Wilder quería estrenar (más de tres horas), porque si ésta (dos horitas) ya me encanta, la otra quizá me hubiera vuelto loco. En fin. Nunca lo sabremos. Contentémonos con lo que tenemos porque no solo no es poco sino que además es mucho.

Os dejo una pizca del principio:


lunes, 19 de septiembre de 2011

El visitante maligno

El joven escritor venezolano Fernando Sobenes me pide amablemente difusión para su primera novela de terror El visitante maligno, y como es de temática afín, y la vida no acaba con los grandes escritores y las macrosagas, confío (ilusionado, espero que no iluso) en que en un tiempo otros blogueros tengan la misma deferencia conmigo, pues ahí va:


La historia se inicia al Norte de Kuwait en 1991 durante la Guerra del Golfo Pérsico; Peter Donovan Teniente del Ejército de los Estados Unidos al mando de un grupo de soldados cae en una emboscada en el desierto de Irak y como consecuencia sucede una masacre. En ese lugar halla un amuleto que guarda en su bolsillo sin saber que encierra un poder oculto y a causa de ello; tiene su primer encuentro aterrador en un sepulcro bajo las arenas del desierto con un ser maligno que lo llevará al umbral de la muerte. Transcurren varios años luego de estos acontecimientos y Peter, después de abandonar el Ejército, se traslada a un lugar en los Estados Unidos donde se establece y forma una familia. Peter se desempeña como Sheriff del pueblo y se reúne con algunos de sus vecinos los fines de semana para compartir en familia. Sus vidas transcurren con tranquilidad y felicidad hasta el día en que se les ocurre jugar con la Tabla Ouija y utilizan el amuleto traído desde el desierto, abriendo sin querer, una entrada para que la maldad llegue a sus vidas; destruyéndolas, sembrando espanto y muerte. Fenómenos paranormales, posesiones espeluznantes y muertes trágicas crean un clima de suspenso y terror a esta obra. Toca el tema del exorcismo y la visión que tiene la Iglesia al respecto, así como la manipulación que se hace de estas situaciones. Problemas de índole mental que son utilizadas a conveniencia como métodos de propaganda y captación de fieles. Es una novela ágil, emocionante y llena de suspenso, que no se puede dejar a un lado, entretiene y mantiene un creciente interés por su desenlace.
Book tráiler, prólogo y el primer capítulo en el blog del autor: http://elvisitantemaligno.blogspot.com

martes, 13 de septiembre de 2011

MICRORRELATO: Las cosas no funcionan así

El tañer de la campana de una iglesia cercana le señaló con rigor metálico que ya llevaba dos horas en cuclillas bajo la ducha. Se miró las manos sin observarlas ni detenerse en comprobar que más parecían las de una momia bicentenaria que las de alguien en el mejor momento de su vida, en cuanto a edad.

Esperanzas, ilusiones, sueños, todo barrido de encima de la mesa, donde tan ordenado había permanecido durante tanto tiempo, por una mano violenta, rugiente, devastadora. Bajó los brazos y siguió con los ojos entrecerrados su dirección. El chorro de agua tibia le golpeaba la nuca, chorreándole por el pelo y la cara, asimilando las lágrimas como suyas, bajando por el resto del cuerpo, por el espinazo hasta las nalgas, por el pecho hasta la ingle, de los hombros a los dedos borrosos de las manos. Todo el torrente se reunía al final en la severa cerámica blanca, testigo única de cómo se escurría por el desagüe.

Cerró el grifo y la tormenta cesó.

Salió de la bañera.

Por un momento pensó en librarse de sus deseos, de las cadenas con que éstos ataban. Cadenas que miraba con una malsana simbiosis de apego y desesperación. Por un momento consideró recuperar su libertad. Fue un momento muy corto. Las cosas, en realidad, no funcionaban así. Había salido de la ducha porque tenía hambre.

Se echó una toalla por encima y fue con el cuerpo encogido a la nevera, a ver que encontraba.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

RESEÑA: Mi nombre es Legión, de Roger Zelazny

Mediante “Mi nombre es Legión”, - frase perteneciente a una clásica cita bíblica- podemos encontrar una reunión de tres relatos largos de mundo y protagonista comunes escritos por Roger Zelazny entre 1969 y 1976, que ya aparecieran editados en castellano varias veces bajo este título y el de “El Hombre que no Existía”.


Las tres historias son independientes, sin embargo, conforman un completo sólido y atractivo, empezando por su protagonista, un hombre sin nombre que para cada ocasión se inventa una identidad completa –de ahí el título–, un desarraigado en un mundo en el que todo lo referido a las personas, absolutamente todo, es contabilizado y guardado en ficheros gubernamentales acerca de esa persona. La explotación de un concepto de ciencia ficción de desaparición de la intimidad quizá aún alejado, pero en la misma línea, de esta sociedad de la información en la que vivimos, en la que basta con teclear nuestro nombre en un buscador para encontrar múltiples rastros de algunas cosas que hemos hecho a lo largo de nuestra vida. 40 años después de cuando fue escrita la novela. Pues bien, sobre el personaje central no hay rastro, y cada vez que adopta una identidad, él mismo crea falsas huellas para otorgarle verosimilitud. Es además un hombre carismático, más bien bueno, pero al que no le temblará el pulso deshaciéndose de un inocente por salvar su pellejo.
Los tres relatos pueden enmarcarse, en cuanto a la forma, en el género detectivesco, y están contados con la gran agilidad característica de un buen artesano de la palabra como Roger Zelazny, con predominio de la narración de acciones sobre la descripción y con unos diálogos creíbles y naturales. Aquí demuestra gran habilidad el autor insertándonos los conceptos de ciencia ficción que son, en realidad, el género de sus historias, en cuanto al fondo. Presenta los conceptos sin imponérselos al lector, dejándole que reflexione sobre ellos, reflexión que inevitablemente llevará a unos puntos a favor y otros en contra de la idea sugerida, dibujando un heterogéneo tono gris.

jueves, 1 de septiembre de 2011

MICRORRELATO: Especial

Durante años tuvo la intuición respecto a sí mismo, que a veces rayaba misteriosamente en certidumbre, de que era especial.

A veces le invadía la sensación surrealista de que poseía una gran fuerza interior, de que era capaz de vaciar su mente por completo de pensamientos, de obviar estímulos y concentrarse en la nada. En esos momentos abandonaba su cuerpo para viajar a ningún lugar y en ausencia de todo, tan solo quedaba su alma reducida a la mínima expresión, quizá un fotón invisible, pero incombustible. Entonces, despejada la ecuación matemática de la existencia a la verdad absoluta tras resolverse todos sus elementos, alcanzada la paz, se embriagaba de poder, solo que no sabía exactamente qué era lo que podía.

Con el tiempo aprendió a alcanzar con mayor facilidad estos estados en determinados entornos que los facilitaban. Acostado antes de conciliar el sueño, cuando la verdad y la mentira dejan de tener sentido, y lo divino y lo profano significan lo mismo; en la intimidad sincera posterior al sexo, arrancado de cuajo todo deseo de la piel; dialogando con Bach, pero sin palabras, con dos violines; flotando boca arriba en el mar sereno, escuchando cada inspiración y expiración haciendo eco en unos tímpanos sumergidos tres centímetros bajo el nivel del agua, la luna y las estrellas bañando de blanco su cuerpo desnudo…

Finalmente llegó a comprender, e hizo lo que tenía que hacer, descubriendo en definitiva por qué era especial. El mar estaba tan liso como una lápida de mármol pulido, y se abandonó al vacio. Boca abajo, sin mover ni un músculo, como si lo hiciera en el espacio que a su espalda le espiaba. Se deshizo de sus sentidos y con ellos de todo estímulo. Mató sus pensamientos y con ellos todo deseo y apetencia. Olvidó su cuerpo y su alma con ello todo lo que le ataba al mundo, y entonces, por fin, dejó literalmente de existir.

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