jueves, 31 de enero de 2013

MICRORRELATO: ¡Sispilacopa!

No hay como llegar al servicio de urgencias con un síntoma único tan vago como “malestar general” para asegurar una dilatada y tediosa estancia en la sala de espera, por muy malo que sea ese estar, y por muy generalizado. Sin fiebre, sin dolores agudos localizados ni inflamación de ningún tipo. Tras un largo rato hay suerte y un estudiante inexperto te realiza un reconocimiento somero y deficiente.

En el exterior del hospital sopla un viento molesto y ruidoso. Empiezan a pelearse nubarrones entre sí. Después llueve. Más tarde caen rayos. La tormenta te provoca muy malas sensaciones, pero por algún extraño motivo prefieres otearla antes que observar las caras cansadas y enfermizas de la sala de espera.

Más tarde, no has hecho sino sentirte peor, pero al menos te han extraído un tubito de sangre, para cuyo resultado habrás de aguardar aún más, pero esa analítica general tampoco parece indicar nada, aunque sigues sabiendo que algo marcha mal, muy, muy mal. Ojeas la ciclogénesis explosiva con vocación de huracán destructor que fuera se desarrolla y entonces comprendes lo que te ocurre, lo que ocurre. En un interludio entre dos amasijos de truenos ensordecedores tratas de hablar, pero el tiempo parece ir al revés y de tu boca solo sale “olles omitpes le otor ah es, ¡Sispilacopa le es!” y la gente en la sala te mira boquiabierta. “Séver la odnalbah yotse is, ¡oñoc!”, añades. Un enfermero que pasaba por allí te oye y exclama: “¡ictus, ictus, a este tío le está dando un ictus!”. Ante lo cual tú afirmas con seguridad “atoidi, sutci otup nu se on, Sispilacopa le se”. Él te vuelve a mirar y se reafirma frente a sus compañeros: “¿lo veis?, dice palabras raras, y tiene la cara… sospechosa”, mientras te ayuda a subir a una camilla y te planteas brevemente qué sospechará en tu cara. Entonces te lleva tras una cortinilla, empiezas a convulsionar y una vorágine de batas blancas danza a tu alrededor mientras vuelves a gritar “¡Sispilacopa!”. Tus articulaciones se flexionan hacia donde no deberían, un trueno destroza los cristales de alguna ventana cercana y una ráfaga de aire se cuela hasta ti, derribando la cortinilla. Está muy caliente, y eso que es enero. “Sispilacopa”, repites mientras se te saltan las lágrimas. Entonces giras la cabeza hasta mirar hacia la derecha, y sigues girando hacia atrás, y sigues girando hacia la izquierda, y sigues girando hasta regresar al frente. “La madre que te parió, esto no es un ictus, yo soy médico, no exorcista”, dice uno de los batas blancas mientras el enfermero se desmaya y se oyen gritos en la sala de espera.

Al dar un giro completo a tu cabeza parece que el mundo a tu alrededor ha dejado de ir al revés. “Apocalipsis”, dices tras el reajuste cervical, y por primera vez en el último rato entiendes tus palabras cuando salen de tu boca. “No tengo ningún ictus: esto es el Apocalipsis”, concluyes incorporándote sobre la camilla temblorosa. Al escucharte todos te miran raro, pero no como lo harían con un paciente de psiquiatría; te otorgan cierto crédito pues otro relámpago acaba de romper las ventanas que quedan, entrando por los huecos cenizas y llamaradas.

Algunas personas (pocas) desaparecen, disolviéndose entre haces de luz azulada. Crees que tu malestar general no estaba tan mal después de todo, porque ahora sabes dónde vas a acabar. No, si se veía venir. Manda huevos.

Se abre una grieta en el suelo y bajas por ella, rodando sobre una camilla convertida en bólido, entre lenguas de fuego y aullidos de bienvenida.

martes, 29 de enero de 2013

Los zombis no saben leer Nº 12

Me place anunciaros un nuevo número, y ya van 12, de Los zombis no saben leer, revista consagrada al pulp y habitualmente cuatrimestral, aunque este número viene doble. En él podréis encontrar más de una docena de relatos de género salpimentados por ilustraciones provocativas y de calidad, además de un par de cómics. Entre los relatos podéis encontrar una aportación mía, mi Reflejos en un planeta desierto, relato de ciencia ficción homenaje a Solaris, una de las obras maestras de Stanislav Lem. Para descargar gratuitamente este número o cualquiera de los anteriores de la revista, podéis hacerlo desde www.revistapulp.com. Haciendo clic en la imagen, accederéis directamente al número 12 comprimido.


lunes, 21 de enero de 2013

RESEÑA: El hobbit, de J. R. R. Tolkien

Hoy voy a ser original y romper la dinámica con que se mueve la blogosfera últimamente: voy a reseñar El hobbit, de J. R. R. Tolkien, de cuyo arranque perfecto os hablaba hace poco.


Ahora, en serio. Corrían los primeros años 30. La situación era difícil por doquier tras años de posguerra en Europa y la Gran Depresión arrojando sombras de alcance mundial, pero un veterano de la primera guerra mundial que había visto en ella perecer a casi todos sus compañeros levantaba cabeza. Se asentaba profesionalmente y sobre todo personalmente, formando una largamente añorada familia en torno suyo. En aquellos días unió sus dos pasiones, las letras y la familia, escribiendo un largo cuento con que deleitar a sus hijos. Éste fue a parar por azares del destino a manos de un editor y así cambió la historia de la literatura fantástica para siempre. Por supuesto, el escritor era Tolkien, y el libro El hobbit.

Comencemos por subrayar lo fundamental: El hobbit es un cuento para niños. Tolkien lo escribió para sus hijos, por lo que casi cualquier chaval es bien capaz de leerlo y disfrutarlo sin problemas, de igual manera que el adulto puede leérselo en voz alta a sus hijos: es una obra que se da muy bien a la oralidad. Yo mismo he contado la historia en multitud de ocasiones. En cuanto al lenguaje empleado, a pesar de la brillantez de la prosa, es totalmente asequible para un público desde unos diez años. Este hecho no implica que el público del libro se reduzca a ese segmento. Hace pocos meses os hablaba de El Libro de la Selva. Son paralelos en este sentido: un niño lo podrá pasar pipa leyéndolos, pero solo un adulto será capaz de apreciar su genialidad, la fina ironía que se desprende de sus páginas, la riqueza de recursos empleados en su escritura, o la magnificencia con que la narración se halla entrelazada.

La historia es de sobra célebre: un mago enigmático y liante, Gandalf, embarca a un hobbit corriente y moliente en una aventura junto a trece enanos capitaneados por Thorin Escudo de Roble para recuperar el tesoro que el terrible dragón Smaug arrebató a los antepasados de los enanos. Por el camino iremos presenciando las confrontaciones con criaturas rescatadas y redibujadas por Tolkien de la mitología clásica nórdica como elfos, huargos, trolls o trasgos, por no hablar de otras creaciones más sui generis como hombres-oso, arañas gigantes, ciervos voladores o águilas inmensas. Como en las fábulas clásicas, muchos animales tendrán la capacidad de hablar para quien sepa escucharles. El mundo, por lo tanto, tendrá una buena parte del País de las Hadas en su inspiración, pero como se vería más tarde (con su continuación El Señor de los Anillos y la precuela de ambos El Silmarillion), tendría vocación de algo más que un cuento, pues Gollum y cierto anillo mágico mediante, supondría el caldo de cultivo para crear una mitología completa, esa mitología que Tolkien siempre echó de menos en su amada Inglaterra y que construiría en una ficción magnífica que le ocuparía media vida.

viernes, 18 de enero de 2013

MiNatura 124: Ángeles y Demonios.

Ya ha salido a la luz el nuevo número de la revista de lo breve y lo fantástico, en esta ocasión con un especial sobre los oriundos del cielo y sus antagonistas del infierno. Esto es, ya está disponible MiNatura 124: Ángeles y Demonios. En ella podréis encontrar artículos, entrevistas, novedades editoriales del género y sobre todo una buena cantidad de microrrelatos de hasta 25 líneas.



Como viene siendo habitual, colaboro con la misma con una pequeña historia titulada La felicidad está en las cosas pequeñas.quizá en un tono más ligero del habitual en mí. La revista podéis descargarla gratuitamente AQUÍ. Como novedad, este número sale también traducido al inglés, aunque mi nivel con tal idioma no me animó a realizar la traducción, por lo que en esta versión no aparece mi relato.

A continuación, el sumario de la revista:

martes, 8 de enero de 2013

RESEÑA: Recuerdos del futuro, de Robert J. Sawyer

En el año 2009 saltó a nuestra parrilla televisiva la presentada como enésima sucesora de Lost, una serie de ciencia ficción que nos vendían como totalmente novedosa, original, con giros imposibles y sorprendentes finales de capítulos (aunque si ya esperas una sorpresa,la sorpresa no lo es tal, digo yo). La serie en cuestión era FlashForward, y desde luego no era todo lo que nos decían: a la vista está que pese al bombo y platillos casi ha desaparecido del imaginario colectivo. Tenía importantes lagunas, problemas de ritmo, de carisma en algunos protagonistas, y pese a que también constaba de momentos de gran calidad, incluso brillantes, su irregularidad hizo que se quedara en una sola temporada, y mal rematada. A pesar de todo, la idea en que estaba fundamentada era muy interesante e hizo que muchos volviéramos la mirada hacia la novela en que estaba inspirada: Recuerdos del futuro (también FlashForward como título original, de 1999), del canadiense Robert J. Sawyer.



La idea es la siguiente: ¿qué ocurriría si, de repente, pudiéramos echar un vistazo a nuestro futuro durante unos instantes?, esto es, ver literalmente lo que estaremos presenciando con nuestros propios ojos dentro de unos años, en un momento a priori aleatorio y cotidiano.

Durante la duración de la visión, todos los que la tengan (o sea, toda la población mundial), perderán el conocimiento, con lo que Sawyer también especula con el alcance de un desvanecimiento generalizado y los desastres y muertes que conllevaría (accidentes de tráfico, caídas fortuitas, aviones lloviendo del cielo con los pilotos inconscientes,…), o lo que es lo mismo, una catástrofe sin parangón. Pero el verdadero interés de los planteamientos realizados en la novela viene de los derivados de la visión en sí: ¿cómo nos afectaría no tener visión?, lo que se traduce en estar muerto en ese momento del futuro. ¿Y ver cómo no estamos con la persona con la que estamos seguros de pasar el resto de nuestra vida? ¿Y vernos en una situación en la que descubrimos que no nos realizaremos profesional ni personalmente? ¿Y si por el contrario descubrimos que seremos felices cuando en la actualidad no lo somos? Esto nos lleva a la especulación fundamental: ¿qué ocurre con el libre albedrío si conocemos nuestro futuro? De ahí el salto a realizar consideraciones religiosas y filosóficas es inmediato. Todas estas preguntas las hallaremos, y muchas más. Por supuesto no estarán respondidas de manera categórica, sino planteadas como un debate, dinámico y bastante abierto.

miércoles, 2 de enero de 2013

IV Premio Ovelles Elèctriques

Quizá no muy frescas pero sí bastante buenas noticias para abrir el 2013, que ya que me pongo, os felicito.
Hace pocas semanas se falló el IV Premio Ovelles Elèctriques, uno de los certámenes que suenan en los géneros de ciencia ficción, terror y fantasía a nivel nacional. El premio catalán homenajea en su nombre al clásico de la ciencia ficción de P. K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, en el que se basó Blade Runner.


El resultado  fue el siguiente:
- Mejor relato en catalán: "En la mesura dels possibles" de Xavier Domínguez Roig
- Accésit relato en catalán: "Retorn als carrers de Sinera" de Jordi Llavoré
- Mejor relato en castellano (compartido ex aequo) :"Diagnóstico equivocado" y
"Lirio de Reactor" de Álvaro Bruno Aparicio Siano
- Accésit relato en castellano: "Lux Mundi" de Fernando Varela Navarro
- Mención especial: "La Ley" de Miguel Escamilla Tena
- Mejor relato por un autor menor de 16 años: "Eternidad de ceniza" de David Iruela Toro
- Finalista menor de 16:  "Juego de Sombras".
- Finalistas catalán : "Llum que agonitza","Reset","L'última demència".
 - Finalistas castellano: "Archivos de Memoria","Balsa de Sangre", "El Bucle","Ella y Yo","La Súplica de Alcmena" y  "Collar Nuevo", de Pedro López Manzano


Sí, en efecto fui finalista del certamen, lo que me hace doble ilusión, por mi selección en sí y porque el relato con el que participo, Collar nuevo (una historia de terror sobre la identidad y el libre albedrío... con monstruos por doquier), no fue muy bien considerado con anterioridad por terceros, pero como a mí me gustaba y consideraba que quizá no fuera brillante, pero sí más que correcto, le dí una oportunidad en un buen certamen como el Ovelles. Agradezco desde aquí al jurado del mismo por tenerlo en consideración.

Esto, así como anteriores experiencias, me llevan a una reflexión generalizable a muchos de los que tenemos por costumbre verter horas y más horas en pensar una historia, juntar las palabras para componerla, pulirla, revisarla, pulirla y revisarla varias veces más, dejarla descansar, volver a ella y pulirla y revisarla de nuevo: con esto de los certámenes, una vez que hemos dejado nuestro relato bien acabado, ortográfica, gramaticalmente y en lo que al estilo se refiere, a no ser que seamos proyectos de Chejov o de Maupassant, el estar o no estar en esas buscadas listas de seleccionados depende sencillamente del gusto o la conexión del juez con nuestro relato, esto es, lo que viene llamándose suerte. O lo que es lo mismo: primero trabajar mucho, después tirar los dados.

En lo que al relato se refiere, podréis leerlo cuando vea la luz la antología; ya avisaré de ello por aquí.

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