martes, 23 de julio de 2013

RESEÑA: El Club de Lucha, de Chuck Palahniuk

Es bastante habitual en mí leer libros que por salirse de los géneros habituales tocados en Cree Lo Que Quieras no reseño por estos lares. De hecho, ni siquiera los menciono. Voy a hacer una justificada excepción con el célebre El Club de Lucha, de Chuck Palahniuk (1999).



Pero esta excepción, como digo, es justificada. Primero, porque creo que el público destino de esta novela es el mismo que el de muchas de las obras de ciencia ficción o fantasía urbana de las que suelo hablar. Y segundo, porque se basa en una premisa humanamente imposible que hace que los cimientos de la historia sean, en cierto modo, fantásticos, aunque tal detalle carece de importancia en el conjunto. Respecto a la premisa, no hablaré de ella por si se diera el improbable caso de que leyera estas palabras alguien que no hubiera leído el libro ni visto la extraordinaria adaptación al cine de David Fincher. Sí, me refiero a “eso”: un disparate científico pero un interesantísimo supuesto.

La historia parte de una situación extrema para lanzarnos hacia atrás y contemplar cómo hemos llegado a ella de la mano del protagonista absoluto y narrador (siempre en primera persona), cuyo nombre jamás llegaremos a conocer. No obstante, a él sí que le conoceremos bien, comenzando por su problema de insomnio extremo, que actuará como catalizador para conducirle a situaciones también extremas. La única manera de encontrar consuelo (y dormir) de nuestro hombre será absorbiendo el dolor de los asistentes a grupos de apoyo de todo tipo, hasta que no pueda seguir haciéndolo a sus anchas por encontrar en ellos a otra alma torturada como la suya, la de la desgraciada Marla Singer. Entonces su situación empeorará más aún, encontrándose en su caótica vida con Tyler Durden, sociópata antisistema cercano al anarquismo, violento de obra y pensamiento, que se convertirá en inseparable compañero de viaje e irá impregnando con sus ideas radicales al protagonista, primero con el Club de Lucha que titula al libro, gloriosa celebración de la violencia puesta al servicio de anónimos cotidianos, y después con el aún más radical, multitudinario y misterioso Proyecto Mayhem (Proyecto Caos), que conducirá al narrador más allá de los límites de la locura. Casi desde su aparición Tyler se convertirá en el centro fáctico de la historia, siendo el objeto de las miradas en su presencia y de las preguntas en su ausencia.

martes, 16 de julio de 2013

Arthur Mortimer dixit (IX)

Solo he tenido la suerte (o la desgracia) de conocer tres situaciones en las que he entregado mi corazón y no me he sentido bailando cojo al borde de un precipicio de decepciones.
La primera es a un plato de huevos con patatas fritas, preferiblemente con un poco de cerdo o cordero al punto. A veces la carne se pasará o las patatas estarán demasiado aceitosas, pero en general el éxtasis culinario de romper el naranja sobre su lecho blanco y amarillo con un trozo de pan es, sencillamente, impagable.
La segunda entrega correspondida es a nuestro mar. Desde siempre lleva devolviendo mis caricias con besos y carantoñas. Algunas veces fríos o incluso furiosos, pero a sabiendas de que siempre regresará su calidez espléndida. Se trata, desde luego, de la gran constante de mi vida. 

Por último, qué duda cabe, está el negro sobre blanco, que ofrece invariablemente una salida, quizá no siempre la mejor, pero tampoco nunca la peor. Un insignificante triunfo de la vida sobre la muerte.
Además, sin duda lo mejor es que siempre puedes volver a los tres amores, que recompensarán infidelidad con lealtad y responderán con mucho a lo poco que les des.


Arthur Mortimer. Vida sobre muerte, negro sobre blanco.

miércoles, 10 de julio de 2013

RESEÑA: Lágrimas de luz, de Rafael Marín

¿Cuál es la mejor manera de escoger un libro de ciencia ficción que llevarse a las manos? Pues, tras excluir de entrada lanzarnos a algo al azar, podemos optar por algún autor que conozcamos y ya sepamos que nos guste. También podemos oír las recomendaciones de alguien en cuyo criterio confiemos. Otra opción es recurrir a las obras clásicas. Suelo sugeriros aquí a muchos de estos (Asimov, Bradbury, Heinlein…), y ya iba siendo hora de quedarnos en casa, hablándoos del libro que muchas veces ha sido etiquetado como mayor clásico español de ciencia ficción: Lágrimas de luz, de Rafael Marín.


El punto de partida de Lágrimas de luz es una persecución: durante la Tercera Edad Media (y esta ubicación temporal es bastante sintomática), nuestro protagonista Hamlet Evans, payaso y alma máter de un circo, se percata de la proximidad de la autoridad hostigadora representada por la todopoderosa Corporación y emprende una atropellada huida con sus hombres. Entonces dejaremos esta pendiente y saltaremos al pasado para ver cómo hemos llegado a tal situación, siempre de la mano de Hamlet, protagonista supremo y narrador de la historia, que siempre contemplaremos desde su óptica.

Así, con ese retorno al pasado, partiremos de cero desde los tiempos en que Hamlet era un ciudadano aborregado más y decidió intentar progresar formando parte de la citada Corporación, realizando un examen para ser instruido como poeta en el Monasterio, una suerte de universidad instructora de juglares que canten y difundan las gloriosas conquistas corporativas, siempre que obtengan la aprobación de Nueva York, algo así como la difusa cabeza intangible de la Corporación.

Hamlet vivirá gran parte de sus periplos de esta manera, entre soldados de asalto cuya misión será arrasar con cualquier planeta con el que se topen, desproveyéndolo de todos sus recursos por el bien común y aplastando cualquier resistencia, humana, extraterrestre, animal, vegetal o ideológica. Tanto la formación de Hamlet como la presentación de este expansionismo desaforado hacen pensar de inmediato en Tropas del espacio, la celebérrima y controvertida novela de Heinlein, cambiando el inflexible punto de vista de la soldadesca por otro más dinámico que la siga de cerca. De esta manera, si bien el punto inicial es parecido al del ambiguo clásico militarista, aquí nos desviaremos llegado el momento hacia el pensamiento crítico.

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