martes, 25 de diciembre de 2012

MICRORRELATO: Penúltimo asalto (un cuento de navidad)

En medio de un desierto de piedras grises y polvo suspendido, dos hombres jugaban al ajedrez sentados sobre grandes rocas de basalto. Uno vestía una vetusta y holgada túnica negra con una capucha que solo le cubría la cabeza a medias. Su faz, lisa como mármol pulido, no se hallaba pálida, ni siquiera lívida, sino mortalmente blanca. La ausencia de cejas la hacía semejarse a una calavera, aunque sus ojos tenían un destello de energía casi irreverente hacia el resto del conjunto, como si fuera la última chispa que quedara de la vida misma. El otro jugador no despertaba la urgencia de aguantar la respiración al observarlo, en absoluto lo hacía. Sencillamente se trataba de un hombre mayor con un abrigo bermejo pálido. Un hombre mayor, no con un rostro lapidario sin cejas, sino con el rostro de un hombre mayor, excepto quizá porque parecía tener algunas arrugas bajo las arrugas. No con los huesos marcando en los pómulos tétricos; sí con la barba cana y tupida de un hombre mayor. No con garras ni clavos en lugar de dedos; con manos de hombre mayor, acaso demasiado regordetas.

Así pocos elementos quebraban la uniformidad del erial: un tablero con pocas figuras ya, un conspicuo reloj de arena dejando caer sus últimos granos uno a uno, y dos contendientes. No hablaban entre ellos. De hecho el yermo era tan silencioso que la leve fricción de la tela rígida de las mangas de la túnica bastaba para rasgar la monotonía, y cuánto más se hendía la quietud cada vez que uno de los adversarios decidía su jugada y trasladaba una de las piezas del juego, depositándola en su nueva posición levantando el fragor de un glaciar al desmoronarse. El encapuchado jugaba blancas, el viejo negras, aunque estas fichas poseían una esquiva tonalidad escarlata. Las blancas ganaban con amplitud, aunque no existía ni el menor gesto de satisfacción en el hombre sin cejas. Por su parte, el anciano se defendía como una mosca medio ahogada en una copa de vino. No obstante en aquel instante el viejo comenzó un extraño contraataque con movimientos erráticos, sacrificando piezas menores a gran velocidad, reculando y avanzando con su rey hasta que, cuando todo parecía perdido para él, sitiado por un destacamento de blancas, sencillamente no pudo mover.

- Tablas –dijo el anciano con una sonrisa–. Me has ahogado, no puedo hacer movimiento alguno.

Su contrincante, que un minuto atrás tenía todas las de ganar, no realizó el menor ademán de frustración, tan solo asintió con la cabeza. Entonces tablero y piezas desaparecieron como si una guadaña imaginaria se desintegrara a media cercenada. A continuación cogió el reloj, al que tan solo le quedaban unos segundos para cubrir su cupo. Le dio la vuelta, empezando a correr la arena de nuevo, y se lo guardó entre los pliegues de su túnica. Instantáneamente el color pálido del abrigo del viejo se encendió hasta el rojo cereza. Sus mejillas también cobraron color, y hasta sus arrugas se suavizaron. Abrió la boca pero el hombre de piel blanca se le adelantó con una voz, por supuesto, severa y cavernosa.

- Ni se te ocurra decir “ho-ho-ho”; no eres más que la materialización antropomorfa de un concepto –advirtió.
- No iba a hacerlo –mintió.
- Volveremos a vernos –sentenció mientras se levantaban para marcharse, cada uno por su lado.
- Más tarde que pronto, espero.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Relato Navideño

Dos son compañía, tres ya tradición.
Así que, de igual manera que hice las dos navidades anteriores, os felicitaré las fiestas con un relato corto. Oscuro, por supuesto, pero navideño al fin y al cabo, y hasta un poco moñas, para lo que de mí cabe esperar.
Así que os enlazo los dos cuentos anteriores, así como el de este año.
- Navidades 2010: Y para navidad, un cuento.
- Navidades 2011: Espíritu navideño.
- Navidades 2012: Penúltimo asalto (un cuento de navidad)

Así que feliz navidad. ¡Pasadlo bien y leed mucho!




miércoles, 19 de diciembre de 2012

El hobbit: primeras líneas

Con motivo del estreno cinematográfico de la adaptación de El hobbit, de J. R. R. Tolkien, estoy releyendo la novela y disfrutando casi como la primera vez que la degusté, con nueve o diez años. Ahora mi óptica ha cambiado y me fijo en cosas diferentes. Una de ellas es el arranque de los libros, sus primeras palabras, en este caso las siguientes:

En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad. 

Tenía una puerta redonda, perfecta como un ojo de buey, pintada de verde, con una manilla de bronce dorada y brillante, justo en el medio. La puerta se abría a un vestíbulo cilíndrico, como un túnel: un túnel muy cómodo, sin humos, con paredes revestidas de madera y suelos enlosados y alfombrados, provisto de sillas barnizadas, y montones y montones de perchas para sombreros y abrigos; el hobbit era aficionado a las visitas. El túnel se extendía serpeando, y penetraba bastante, pero no directamente, en la ladera de la colina —La Colina, como la llamaba toda la gente de muchas millas alrededor—, y muchas puertecitas redondas se abrían en él, primero a un lado y luego al otro. Nada de subir escaleras para el hobbit: dormitorios, cuartos de baño, bodegas, despensas (muchas), armarios (habitaciones enteras dedicadas a ropa), cocinas. Comedores, se encontraban en la misma planta, y en verdad en el mismo pasillo. Las mejores habitaciones estaban todas a la izquierda de la puerta principal, pues eran las únicas que tenían ventanas, ventanas redondas, profundamente excavadas, que miraban al jardín y los prados de más allá, camino del río. 

Este hobbit era un hobbit acomodado, y se apellidaba Bolsón. Los Bolsón habían vivido en las cercanías de La Colina desde hacía muchísimo tiempo, y la gente los consideraba muy respetables, no sólo porque casi todos eran ricos, sino también porque nunca tenían ninguna aventura ni hacían algo inesperado: uno podía saber lo que diría un Bolsón acerca de cualquier asunto sin necesidad de preguntárselo. Esta es la historia de cómo un Bolsón tuvo una aventura, y se encontró a sí mismo haciendo y diciendo cosas por completo inesperadas. Podría haber perdido el respeto de los vecinos, pero ganó... Bueno, ya veréis si al final ganó algo.

Un inicio fabuloso, en el que Tolkien logra introducir y describir en unos pocos párrafos a Bilbo Bolsón, un protagonista acomodado, agradable y ordenado por medio de su residencia, además de ponernos en el tono narrativo de la novela.

Un inicio tan célebre en su momento (ahora más) que aquel otro genial Podéis llamarme Ismael... de Moby Dick (otra maravilla de obertura). Yo no sabría por cuál inclinarme ¿Alguien tiene su propio arranque favorito?

domingo, 16 de diciembre de 2012

Especial Stardust, en Planetas Prohibidos

Desde hoy podéis encontrar en el estupendo portal Planetas Prohibidos una adaptación del especial Stardust que realicé hace unos meses y que pudisteis leer por estos lares.En el mismo hablo de la novela de Neil Gaiman, de la excelente novela ilustrada de Gaiman junto a Charles Vess y de la película de Matthew Vaughn, incluyendo el evocador pasaje de la obra del escritor inglés que me hizo pensar en este especial: Stardust y el sentido de la maravilla.



Un buen momento, pues, para recordar o conocer un poco más, tanto esta obra fantástica de Neil Gaiman en todas sus vertientes, como la web de Planetas Prohibidos, hogar de la interesante revista homónima con la que colaboro cada vez que sus responsables me permiten


lunes, 10 de diciembre de 2012

RESEÑA: Mort, de Terry Pratchett

Andaban los últimos ochenta o los primeros noventa cuando cayó en mis manos el libro del que hoy os voy a hablar: Mort. Y así me asomé al mundo del bueno de Terry Pratchett, escritor hacia el que siento una admiración que no ha hecho sino crecer desde entonces por muchos motivos. Primero porque siempre es capaz de hacerme reír, y a menudo me arranca carcajadas, lo que considero tiene especial mérito en el medio escrito. También porque, a pesar de caracterizarse por un estilo fluido, su prosa está cuidada, poseyendo más calidad de la que pueda aparentar en un primer vistazo; es Sir Terry por ello. Tampoco olvido el hecho que me hace sentir más cercano a él: a pesar de que sufre una dura enfermedad desde hace años, continúa incansable con su labor creativa; “aún hay tiempo para escribir al menos unos libros más”, afirma. Y luego, por supuesto, está el hecho de que, granito a granito (librito a librito), ha creado la que quizá sea la más descomunal obra de fantasía escrita: el Mundodisco.


Por el espacio nada una tortuga para la que la palabra gigante se queda corta. Sobre ella hay cuatro elefantes, que a su vez sostienen sobre sus lomos un disco que tiene en su superficie océanos y continentes poblados por todo tipo de criaturas, esto es, el Mundodisco. Éste es el escenario en el que Pratchett ubica su serie de novelas, que van ya para cuarenta, todas ellas autoconclusivas, por lo que los legos en la materia no deben temer encarar la que sea pues no necesitan lecturas previas para entenderlas. Eso sí, existen personajes recurrentes que aparecen en varias de ellas, formando minisagas de novelas independientes: de las brujas, de los magos, de la guardia,… Aunque el personaje aparezca en prácticamente todos los libros, Mort es, sin lugar a dudas, el libro de la Muerte. Además, es una de las mejores opciones de un lector primerizo para aterrizar en el Disco.


La Muerte es un esqueleto de más de dos metros, capucha negra y guadaña incluidas, de voz tan superlativa que HABLA TODO EL RATO EN MAYÚSCULAS. También es la abnegada madre (adoptiva) de una eterna adolescente, la rolliza Ysabell y cabalga sobre la grupa de un corcel que no se llama Destrucción, Infierno ni Espectro, sino Binky. Vive en un plano algo anodino creado por ella misma con su hija y un sirviente (el vetusto Albert), cuando decide tomar a su cargo un aprendiz llamado Mort, un chico considerablemente inútil, todo rodillas, y con la manía de querer averiguar la razón de todo. Pronto surgirán los conflictos, a medida que la Muerte se humanice al conocer los divertimentos de los hombres y Mort desempeñé su nuevo papel, no sin problemas. Más antes que después, la situación, y con ella la realidad del Disco, parecerá abocada al desastre.

martes, 4 de diciembre de 2012

Música épica. Tigre y Dragón (2000), de Tan Dun.

Para hoy, algo un poco diferente.
En el 2000 llegó hasta nosotros una maravillosa película china de Ang Lee: Tigre y Dragón. Fue un bombazo, no solo por tratarse de un cine tan exótico, sino porque aunque en el fondo se trataba de una historia de gran profundidad, las formas eran espectaculares, contundentes al mismo tiempo que preciosas. La película recibió cuantiosos premios, y algunos de ellos fueron a parar a la banda sonora, llena de piezas extrañas, seductoras y brillantes, como las mismas imágenes. El compositor de las mismas fue el también chino Tan Dun, responsable de canciones tan vibrantes como esta The Encounter.


 Aun así es imposible pensar en esta banda sonora sin hacerlo en las bellísimas interpretaciones para la misma de Yo-yo Ma, uno de los mejores violonchelistas del mundo. Aquí desarrolla el tema principal de la película en The Farewell, que aunque quizá no sea épico en el sentido trepidante de la palabra, es capaz de poner los pelos como escarpias al más pintado:


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