jueves, 28 de abril de 2011

RESEÑA: La primera ley III: El último argumento de los reyes, de Joe Abercrombie

Dije al respecto de esta saga de La Primera Ley cuando leí su primera entrega, La voz de las espadas que dependiendo de sus continuaciones podía llegar a convertirse en una magnífica serie o en un correcto conjunto de novelas.


Ahora he concluido con la última de la serie y sigo sin poder emitir un veredicto definitivo, o al menos no uno sencillo. Baste con decir de entrada que a mí no sólo me ha satisfecho, que era el menor de los objetivos, sino que me ha gustado mucho. Para la matrícula le ha faltado algún detalle que a continuación comentare. Pero antes, hagamos memoria.
Con La voz de las espadas, se nos presentaba lo que iba a ser el fuerte de la saga: la puesta en escena de unos personajes estupendamente caracterizados, si bien la novela pecaba de un ritmo desigual y le sobraban unas cuantas páginas.
En Antes de que los cuelguen, Abercrombie realizaba una notable depuración de estilo y mejoría de la calidad literaria, aunque lo hacía cayendo en algunos tópicos del género en la construcción de una historia demasiado predecible: mejor continente, peor contenido.
Finalmente, con El último argumento de los reyes, el escritor británico prosigue perfeccionando su prosa con una narración muy en el estilo del anterior tomo, mas corrigiendo gran parte de las resoluciones argumentales facilonas que lo lastraban. Esto es, aquí sí que nos encontramos algunas sorpresas, cierta sensación de incertidumbre y originalidad. No siempre, por supuesto, pero si de sobra como para convencer plenamente a un servidor.
Técnicamente me ha sorprendido gratamente la mejoría a lo largo de las tres novelas y creo que, en este sentido, Abercrombie se puede codear hoy día con los mejores del género.
Argumentalmente, aunque sigue siendo predecible por momentos, también ha llegado a alcanzar un altísimo nivel, aunque sea a base de la introducción de ciertos conflictos de personajes que pueden llegar a resultar polémicos: habrá muchos a los que no les guste un pelo que los justos y bondadosos sufran de más, o tengan su cordura al borde del abismo, o cayendo por él, o los arrogantes se salgan aparentemente con la suya y los teóricos defensores del bien demuestren ser unos auténticos canallas. Ojo: no pongo nombres ni apellidos aquí, pues quizá la misma sentencia pueda ser aplicada a diferentes personajes, o varias sentencias al mismo (además de por no desvelar nada). La cuestión es que inevitablemente la evolución de algún personaje, porque evolucionan —o se destapan— y mucho, nos dejará sabor amargo.

lunes, 25 de abril de 2011

MICRORRELATO: Cuenta atrás de 29 heridas con un final inesperado

29. Herida psicótica.Hitchcock la hirió una y otra vez esgrimiendo un Bernard Herrmann tan afilado que podía partir una nota grave en dos agudas.
Después dejó correr la partitura por el desagüe de la bañera.
28. Herida virginal
La herida que acababan de inflingirle no podría volver a repetirse jamás, pensó sonriendo mientras abrazaba con fuerza a su pareja.
27. Herida original.
Sin que Nadie se diera cuenta, la serpiente hirió al árbol, arrancándole una apetitosa manzana.
26. Herida genética.
Tiene todas las orejotas de su padre.
25. Herida acústica.
Advertencia: el volumen de la música en este local puede causar daños permanentes en el oído.
24. Herida menor.
— Nos podrán quitar la vida, pero nunca nos quitarán… ¡la libertad!
23. Herida eléctrica.
Para contar su historia como niño vudú, Jimi hirió las cuerdas como nadie lo había hecho antes.
22. Herida molinera.
El inexpugnable gigante descabalgó al hidalgo una vez más, mientras su escudero se llevaba las manos a la cabeza.
21. Herida surrealista.
Y en un rápido movimiento le seccionó el ojo con la cuchilla de afeitar.
20. Herida naval.
Hache uno, tocado.
19. Herida del destino.
Con el mordisco le arrancó el dedo y mucho más. Se hizo visible.
18. Herida persistente.
Hay heridas que aunque parezcan poco graves, tardan mucho en dejar de sangrar. Ésta era una de ellas.
17. Herida nariguda.
Poetiza donde quiere.
Y al finalizar, os hiere.
16. Herida muy persistente.
Perdió el duelo, pues era a primera sangre.
En realidad no llegó a luchar en el mismo, pues la herida persistente continuaba sangrando.
15. Herida obsesiva.
Cada vez que su pata de palo repiqueteaba sobre cubierta pensaba en el momento de la venganza.
14. Herida matemática.
Restó uno.
13. Herida realizada.
¡Zas!
12. Herida recibida.
¡Ouch!
11. Herida cicatrizada.
¿Y el Madrid, qué? ¿Ha ganado ya la séptima Copa de Europa?
10. Herida mítica.
El desconcierto asomaba en Hércules. Cada vez que acertaba con un nuevo tajo, surgían dos cabezas de la herida del cuello cercenado.
9. Herida galáctica.
— Luke… yo soy tu padre.
8. Herida divina.
Corona de espinas en la cabeza. Lanzada en el costado. Clavos en manos y pies. Y a pesar de todas las heridas, por no hablar de la muerte, tenía ánimo para volver.
7. Herida reductora.
Ese afilado papel
me saja el dedo, me reta.
le arrebataré la miel.
No más soneto: cuarteta.
6. Herida pasajera.
— ¿Te invito a una copa?
— Mmm… no.
— ¿Estás segura?
— Mmm… bueno, vale.
5. Herida celestial.
Desde su trono infernal, al Diablo aún le dolía recordar que una vez fue un ángel.
4. Herida ventosa.
— Francamente querida, me importa un bledo.
3. Herida externa.
— ¡Zas!
— ¡Ouch!
2. Herida interna.
La echo tanto de menos.
1. Herida fulminante.
La flecha le tuvo que alcanzar precisamente en el talón.

0. Herida acumulativa.
De tantas heridas que tenía, ya no le quedó más remedio que morir.

lunes, 18 de abril de 2011

Arranca Game of Thrones en la HBO

Pues sí, después de tanto tiempo esperando, por fin ha empezado a emitirse la serie Juego de Tronos (basada en la obra homónima de Martin) en la HBO.
Las críticas, en general han sido excepcionales.
Mi opinión es también muy positiva.
Tras un arranque que se corresponde con el celebérrimo prólogo de la primera novela, como no podía ser de otra manera, nos dejamos conducir por los aledaños de Invernalia, donde con gran pericia se nos van presentando los principales personajes de la saga: Ned, Cat, Jon, sus hermanos, y fugazmente aparecen los celebrados secundarios de la obra literaria. Primero los Stark, no podía ser de otra forma. Más adelante el rey Baratheon y los Lannister, y algún salto al otro lado del Mar Angosto. Siempre con gran acierto: de todos los personajes nos da la sensación de que esconden mucho más de lo que muestran, sus historias pasadas, sus secretos, sus complicados caracteres... Y en unos escenarios magníficos, tanto a nivel de los detalles como de los complicados planos generales, de los que no se hace economía -imagino que precisamente por su alto coste-.
Argumentalmente, un sobresaliente. O sea, es fiel a la novela, y las licencias que se han tomado, que son unas cuantas -no olvidemos que condensa muchas páginas-, me parecen no solo tolerables sino que van en beneficio de la credibilidad del conjunto.

Y todas estas gratas impresiones, sin batallas ni acontecimientos visualmente espectaculares, más allá de alguna frase brillante como "se acerca el invierno" (título del capítulo), "si eres un enano siempre serás un bastardo a ojos de tu padre", o el ya mítico "las cosas que uno tiene que hacer por amor".

Aquí os dejo los créditos de apertura que nos acompañarán durante toda la serie (se puede ver a pantalla completa en alta resolución:



En español, os recuerdo, desde el 9 de mayo

viernes, 15 de abril de 2011

MICRORRELATO: La insoportable previsibilidad de ser humano

Desde antes, mucho antes de que algún iluminado olvidara los gruñidos e inventara la palabra para describirla, ella estaba ahí. Llegaba, alguien la veía, después la miraba y por último la observaba, e ineludiblemente se enredaba en el sutil e insondable entramado. Y entonces, ay amigos, ya era demasiado tarde.

Yo sé que en cualquier instante nos podemos encontrar, incluso a los que no creen en ella les sucede. Algunos incluso la buscan, como si no fuera ya de por sí peligroso el que el azar nos arroje por capricho a sus brazos. Por eso siempre llevo puesta mi cota de mallas de y agarro con fuerza la estaca de madera, por si me enseña los colmillos. Es una buena preparación, ¿no os parece?

Y ahora, que la tengo desterrada de mis pensamientos, son sus ojos los que me encuentran a mí. Sorprendido, casi hipnotizado, los miro como el pez al cebo titilante antes de decidirse a morderlo. El pesado metal de mi armadura me deja clavado, convirtiéndome en la estatua de un conquistador muerto y olvidado, y no me permite sacudirme.

Entonces sonríe. Y sonríe para mí, y con el brillo de sus dientes perfectos y sugerentes, muerdo el cebo. Empieza a recoger el sedal y casi ni recuerdo que dejé caer la estaca al suelo cuando sus labios se insinuaron: si ella la hubiera visto me hubiera avergonzado.
Cada vez estoy más cerca y ya no recuerdo por qué era mala. Por momentos me parece una locura esa idea, una aberración. ¿O no? ¿Mala? ¿Buena? ¿Mala? ¿Buena?... ¿Qué creéis vosotros? Aunque la verdad, lo que creáis no me importa. Ya la estoy abrazando, mientras contengo el aliento.

miércoles, 13 de abril de 2011

Vox populi

Pues bien. Ya ha terminado la encuesta que he tenido bastante tiempo a la derecha, en la que preguntaba a quien quisiera escucharme qué era lo que prefería encontrar en Cree lo que quieras. Y lo que la voz del pueblo me ha dicho es lo siguiente (mantengo el orden en el que se encuestaba y las respuestas posibles literales):
  • Relatos, que para eso lo creaste: 9 votos
  • Reseñas de libros: 7 votos.
  • Háblanos de películas que te gusten: 5 votos.
  • Informa de revistas, noticias, ...: 2 votos.
  • Todos los anteriores, vamos, lo que te apetezca: 10 votos.
  • Sólo me meto cuando hablas de Canción de Hielo y Fuego: 1 voto.
  • Ninguno de los anteriores: 1 voto.

La opción ganadora es por tanto que escriba de lo que me dé la gana, destacando especialmente mis relatos y reseñas, con mención también para el cine. Un triste pero sincero voto para CdHyF, que no se corresponde con la cantidad de visitas que recibo para recabar información sobre la saga de Martin y su serie (unas 15 veces más que a los relatos). Al cachondo que ha puesto que no le interesa nada, sólo puedo darle las gracias por pasarse por aquí. Supongo que no volvería, pero oye, se pasó e incluso votó.

Se desprende de la miniencuesta que los que han votado son los que realmente son asiduos y leen lo que escribo. A todos ellos, mil gracias, seguiré por aquí haciendo lo que se me pase por la cabeza (especialmente relatos, reseñas y comentarios de películas), así como de cualquier sugerencia que me hagáis mediante comentario o mail y sobre la que considere tengo la capacidad suficiente para abordar. ¿Alguna sugerencia? ¿Alguna idea?

martes, 5 de abril de 2011

Arthur Mortimer dixit (II)

Es el instinto, no otra cosa. El instinto guía, desde el fondo, gran parte de nuestros actos, solo que a veces le cuesta un poco adaptarse.

¿Adaptarse a qué?

Pongamos el ejemplo de la supervivencia, de la procreación, del sexo en definitiva. El instinto del hombre es tener la mayor cantidad de encuentros, para dejar la mayor cantidad de posibles vástagos.

Le sigo.

La mujer, por el contrario, lo tiene más complicado, sigue un proceso mucho más sutil. Su instinto le sugiere que de entre todos los candidatos seleccione al de mayor validez genética, aquel cuya descendencia tenga mayor capacidad de prosperar en el mundo. Milenios atrás los más fuertes, o sea, el músculo. Ahora, en realidad, no se trataría de ellos, sino de los más inteligentes. Por eso el instinto es un poco lento.

No le acabo de entender.

Dígame joven, ¿cuándo fue la última vez que tuvo que salir con su jabalina a cazar un búfalo?


Arthur Mortimer. Viaje por la extinción de las especies

viernes, 1 de abril de 2011

RELATO: De Jinetes y hombres

El caballo blanco nunca se cansaba, parecía cosa de otro mundo, y es que lo era. Su jinete tampoco. Tenía la piel de la cara tan curtida y lisa que si alguien lo hubiera visto y hubiera intentado aventurarse aproximándole una edad, no hubiera sabido por dónde empezar a calcularla. Sólo hubiera tenido claro que su cabeza, galardonada por una sencilla corona dorada, parecía salida de algún grabado antiguo, hecho con trazo grueso pero firme y contundente, un rostro bello en cierto sentido, perfecto, digno de un conquistador. En cualquier caso nadie le veía. Como mucho una mancha entre las nubes, que lo oscurecían todo desde hacía días, ensombreciendo los días hasta hacerlos casi indistinguibles de las noches. Sólo los relámpagos que herían la tierra en una tormenta sin lluvia lo iluminaban todo repentinamente sustituyendo a los rayos de sol que ya no se acordaban de llegar al suelo. Los ocasionales truenos eran ensordecedores, y entre uno y otro, el silencio.
El caballo blanco no hacía ruido, como es lógico, pues cabalgaba sobre el viento. Sus cascos no chocaban contra superficie que pudiera emitir sonido alguno. Únicamente el manto azul del jinete en su ondular se peleaba con el aire y hablaba con el grito de la tela a punto de desvencijarse, aunque nunca acababa de romperse. Casi inmediatamente a continuación del manto una jauría de figuras blanquecinas dibujaban desigualmente la trayectoria que seguía el corcel. Figuras aladas e intangibles demasiado etéreas como para fijar la vista en ellas.
De pronto el jinete soltó la mano de las riendas y la echó a su cadera, cogiendo una flecha también blanca de la aljaba que allí se mecía, la milésima, la millonésima que sacaba de aquel repositorio sin fondo, para a continuación llevarla al arco que sujetaba con la otra mano y desprovisto de emoción, pero con enorme profesionalidad, se irguió sobre la montura y apuntó al infinito tensando la cuerda del arco hasta el límite. El objetivo del dardo era inimaginable, excepto para el arquero, claro, que fugaz abrió los dedos dejándolo escapar, para dejarse caer sobre la silla de inmediato.
La flecha salió volando a una velocidad inverosímil. Se metió entre las nubes. Un relámpago refulgió y se apagó. Salió de entre las nubes cientos de metros más allá de donde las había agujereado y continuó silbando en el descenso de su parábola perfecta durante lo que dura una respiración hasta impactar contra el tronco de un ciprés despistado, poniéndose de acuerdo con el estremecer del trueno, que escondió el impacto del árbol al precipitarse fulminado contra el terreno. Fue arrojar una piedra al centro de un lago en calma plena. Desde donde había caído el proyectil se formó una onda concéntrica que se desplegó contagiándose inexorable. Y allí por donde pasaba toda forma de vida enfermaba de súbito y se retorcía, se arrugaba y arrojaba sus últimos estertores, fuera una brizna de hierba o un altanero roble. O un animal. O un ser humano.
De repente la tierra empezó a temblar. Es más, la Tierra empezó a temblar. Aquí y allá el suelo empezó a fracturarse, se abrieron fallas cuyo fin se perdía en el horizonte por todas partes, y el interior de estas grietas enseñaba las entrañas del planeta. El terremoto sin fin también despertó a las montañas, cuyas cimas explotaron para empezar a escupir fuego, roca y magma. La brisa se transformó en viento, en torbellino, en huracán. Pueblos enteros eran tragados por las simas, fundidos por la lava o lanzados por los aires indistintamente. Las nubes empezaron a moverse en extrañas direcciones.

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