Hace unas décadas cambió mi vida, como la de muchos otros miles de lectores, cuando pasó por mis manos El Señor de los Anillos. En plena adolescencia, no podía creer las maravillosas páginas que iba pasando con sorpresa y avidez, el mundo de fantasía seductor y complejo que estaba descubriendo, del que El hobbit había sido tan solo la punta del iceberg. Pero llegó el momento en que cerré el tercer tomo y me pregunté: ¿y ahora qué? Quería más, mucho más. Acabé con Tolkien y entonces pasé a otros autores. Devoré varias sagas de dragonadas engañabobos de Timun Mas (yo era muy joven, pero un bobo; lo reconozco, aún no tenía criterio). Sin embargo una se salvaba, y no me avergüenzo de ella, porque era buena. Se trataba de El Tapiz de Fionavar, del canadiense Guy Gavriel Kay, autor también de Tigana, de la que hoy os voy a hablar.
Kay entro en el mundillo por la puerta grande: ayudando a Christopher Tolkien a ordenar y editar unos papeles de su padre que se convertirían en El Silmarillion, nada menos. Después de ello decidió escribir y firmó la notable saga de Fionavar, creando un universo fantástico para ello que se sostenía en pie (no como la mayoría de aquella época). Ya había irrumpido como escritor, pero decidió salir más allá de la sombra de Tolkien. Para ello, poco a poco, se labró un estilo propio: la fantasía histórica, consistente en ubicarse en un contexto histórico concreto y darle la vuelta, adaptándolo a sus intereses dentro del género fantástico, bien fuera la china medieval, la reconquista de la península ibérica, una cruzada en la Provenza francesa o, como es el caso, la Italia medieval.
La acción de Tigana transcurre en la Península de la Palma (que se asemeja a la itálica volteada horizontalmente), dividida en pequeños reinos o regiones dotados de autogobierno hasta que aparecen un par de conquistadores de mayor entidad que se la disputan, llegando a cierto equilibrio cuando cada uno de los poderosos magos que comandan las tropas de sendos ejércitos dominan aproximadamente la mitad del territorio cada uno. Sin embargo, el más poderoso de éstos, el rey Brandin de Ygrath, decide vengarse del pequeño reino que más oposición le ha presentado borrándolo para siempre de la memoria de los hombres mediante un monumental conjuro que elimine su nombre de la memoria de todos los no nacidos en él o nacidos tras la ocupación, el nombre de Tigana. Así, sin que nadie pueda recordarlo ni aprenderlo, y con su territorio ocupado, expoliado y bajo un férreo yugo, todo el país está condenado no solo a la desaparición, sino a la no existencia, pues no dejará ni el más nimio resto cuando el último de los que lo recuerde muera.
Bajo este interesante y extremo supuesto, al que se le saca todo el jugo, Kay nos pone en la piel de Devan, un recién introducido en este mundo (como el propio lector) que observará los intentos de Alessan, Catriana y Baerd, héroes más al uso, por combatir esta situación. Asímismo, en otro hilo argumental, iremos conociendo los movimientos del tirano Brandin desde la óptica de su perspicaz concubina Dianora. El argumento apuntado, finamente hilvanado, es motivo más que suficiente para darle una oportunidad a la novela. Además la escritura es pulcra y de calidad y la narración ágil y hermosa por momentos, pero no es ello lo que más me ha llamado la atención.
Los villanos son comprensibles y hasta pueden despertar la simpatía del lector, que podría entender que alguien se enamorara de éstos. Los héroes tienen su lado oscuro y muchas veces son intransigentes y hasta crueles. O sea, que los malos no son tan malos ni los buenos tan buenos. También se apuntan razones políticas, económicas, comerciales y sociológicas, todas ellas creíbles, que tendrán gran peso específico dentro de la trama, amén de una intrahistoria sugestiva y de no mantener el tabú en cuestiones como el sexo. Esto puede parecer algo normal en la literatura fantástica actual, sin embargo Tigana es del año 1990. En aquel momento en Polonia tan solo aparecían relatos sueltos de Geralt de Rivia de Sapkowski (La Sangre de los Elfos, la primera novela como tal sería del 94), y aún faltaban seis años para el Juego de Tronos de Martin, por citar a dos de los grandes referentes que han sentado las bases del género en la actualidad. Esto convierte a Tigana, en cierto modo, en precursora inmediata de las mismas, ya que además no pasó desapercibida en los premios más importantes. No obstante, tan solo es mi impresión, no afirmo con esto que Guy Gavriel Kay sea una inspiración directa: no tiene tintes de saga; es una obra autoconclusiva, lo cual por otro lado es un valor añadido para quienes no busquen lecturas interminables.
Así pues no puedo hacer otra cosa que recomendar su lectura, quizá no deslumbrante, pero sí de calidad y muy interesante tanto para los no iniciados en la fantasía como para los curtidos en la misma.
Dejo ahora un par de citas de la novela:
“La belleza que adjudicamos a la noche depende, en parte al menos, de lo que sabemos que ha de traer consigo el día siguiente”
“Tengo el firme convencimiento de que quienes aseguran que les gusta el mar, mienten como bellacos. O tienen deudas en tierra o están casados con una bruja de la que quieren escapar.”
En nuestra manzana, de R. A. Lafferty – Miniespecial R. A. Lafferty I
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En nuestra manzana (In Our Block), de R. A. Lafferty, apareció en el número
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Hace 1 día
2 comentarios:
Estupenda reseña, pedro:)
Me alegra mucho que te haya gustado esta novela. Yo la tengo entre mis diez favoritas, Y a Key lo considero uno de los mejores escritores que he leído nunca. Las he leído todas y la verdad, estoy esperando con ganas la próxima, que está a punto de salir a la venta estos días.
Eso si, menudo mosqueo que me cogí con Los Leones de Al-Rassan. Es un crimen lo que ha hecho con esa novela, una de las mejores que he leído nunca hasta las 35 últimas páginas.
Gracias por comentar y ya de paso, bienvenido a Cree lo que quieras.
Yo intentaré seguir leyendo a Kay, pues Tigana me ha convencido. Los leones me llama la atención por aquello de la reconquista y el Cid, pero no es el tuyo el primer comentario que encuentro sobre su final. Quizá me pase a Ysabel, ya que además viajé este año a la Provenza.
Un saludo.
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