Sin que exista una iniciativa explícita por mi parte, mis pasos errantes me han ido dirigiendo hacia la lectura de sagas, por lo general de fantasía, pero en esta ocasión de ciencia ficción. Nada más y nada menos que la clásica y celebérrima trilogía de Términus Trantor, o trilogía de la Fundación de Isaac Asimov (núcleo de una saga mucho más extensa), una de las obras cumbres del género y que estableció un antes y un después en el mismo. Hoy hablaré de la segunda parte: Fundación e Imperio. Mas antes convendría recordar dónde estábamos.
El gran postulado de esta saga lo realiza Asimov en la primera parte: Fundación. En ella, en un futuro muy lejano, el genio Hari Seldon detecta mediante la psicohistoria (complejísima ciencia que predice la evolución en masa de las civilizaciones) el colapso del imperio, que llevará a 30.000 años de barbarie. Para reducir ese tiempo a un solo milenio, Seldon enviará dos fundaciones a sendos extremos del universo para que empiecen la reconstrucción antes incluso del propio síncope. Fundación nos habla del progreso de la primera de éstas, con una estructura episódica (cinco relatos) en la que cada episodio especula con un grave problema afrontado y nos cuenta su resolución. Al final, la Fundación es de tal calibre que su encuentro con el antiguo imperio es inevitable. Fundación e Imperio continuará en este punto, pero en lugar de contar con cinco capítulos de extensión media, estará dividido en dos novelas cortas, equivalentes a éstos en cuanto a que cuentan dos importantes conflictos. Sin embargo se extiende mucho más en cada uno de ellos.
El primero, llamado El General, habla del crucial encuentro de la Fundación con la sombra del Imperio, que aun con todo tendrá mucho que decir. La gloria pasada (de inspiración confesa en Bizancio) quedará representada por el ambicioso general Bel Riose. El choque resultará emocionante y virulento, casi una reflexión sobre la inefabilidad del destino.
Con la segunda parte, El Mulo, Asimov brilla más narrativamente que en ningún momento anterior de la trilogía. La especulación es sencilla: ¿qué ocurre si en la kilométrica ecuación psicohistórica de Hari Seldon introdujéramos una nueva variable de tal peso específico que fuera capaz de desbalancearla? No olvidemos que la psicohistoria se refiere a masas de población y no a individuos. ¿Cuál sería la solidez de la Fundación, llegado el caso? Estos planteamientos son el telón de fondo en una brillante historia contada por dispares personajes: el franco Toran Darell, casado con Bayta, de gran humanidad, el extraño bufón Magnífico (de mismo nombre en la versión original en inglés), el científico Ebling Mis, de inteligencia sin parangón, o el abnegado capitán Pritcher. Y siempre la sombra de la variable inesperada: El Mulo, el más memorable personaje de las tres partes, incluso quizá por encima del propio Hari Seldon, o como mínimo al mismo nivel.
Ahora yo realizo la siguiente especulación: quizá la psicohistoria predijera la Segunda Guerra Mundial, pero, ¿y a Oppenheimer?
Fundación e Imperio continúa la magnífica labor de Fundación, y si bien es difícilmente entendible como autoconclusiva como esta obra, sí que continúa con la labor especulativa de pura ciencia ficción, solo que ahondando más en las historias. Además sirve de enlace perfecto para la tercera parte, Segunda Fundación, natural desenlace de la historia fundacional con todas las connotaciones referentes al Mulo así como de esta imprescindible trilogía. ¡Hari Seldon guarde a Asimov en su seno!
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2 comentarios:
Muy bien planteado el tema. Disfruté mucho con toda la historia del Mulo, ahora te queda la segunda fundación, tengo ganas de leer lo que escribas cuando la leas.
Gracias como siempre Suto, por pasarte y comentar.
La segunda fundación ya la he leído, pero dejaré la reseña para algo más adelante, que si no se me amontonan.
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