En el año 2009 saltó a nuestra parrilla televisiva la presentada como enésima sucesora de Lost, una serie de ciencia ficción que nos vendían como totalmente novedosa, original, con giros imposibles y sorprendentes finales de capítulos (aunque si ya esperas una sorpresa,la sorpresa no lo es tal, digo yo). La serie en cuestión era FlashForward, y desde luego no era todo lo que nos decían: a la vista está que pese al bombo y platillos casi ha desaparecido del imaginario colectivo. Tenía importantes lagunas, problemas de ritmo, de carisma en algunos protagonistas, y pese a que también constaba de momentos de gran calidad, incluso brillantes, su irregularidad hizo que se quedara en una sola temporada, y mal rematada. A pesar de todo, la idea en que estaba fundamentada era muy interesante e hizo que muchos volviéramos la mirada hacia la novela en que estaba inspirada: Recuerdos del futuro (también FlashForward como título original, de 1999), del canadiense Robert J. Sawyer.
La idea es la siguiente: ¿qué ocurriría si, de repente, pudiéramos echar un vistazo a nuestro futuro durante unos instantes?, esto es, ver literalmente lo que estaremos presenciando con nuestros propios ojos dentro de unos años, en un momento a priori aleatorio y cotidiano.
Durante la duración de la visión, todos los que la tengan (o sea, toda la población mundial), perderán el conocimiento, con lo que Sawyer también especula con el alcance de un desvanecimiento generalizado y los desastres y muertes que conllevaría (accidentes de tráfico, caídas fortuitas, aviones lloviendo del cielo con los pilotos inconscientes,…), o lo que es lo mismo, una catástrofe sin parangón. Pero el verdadero interés de los planteamientos realizados en la novela viene de los derivados de la visión en sí: ¿cómo nos afectaría no tener visión?, lo que se traduce en estar muerto en ese momento del futuro. ¿Y ver cómo no estamos con la persona con la que estamos seguros de pasar el resto de nuestra vida? ¿Y vernos en una situación en la que descubrimos que no nos realizaremos profesional ni personalmente? ¿Y si por el contrario descubrimos que seremos felices cuando en la actualidad no lo somos? Esto nos lleva a la especulación fundamental: ¿qué ocurre con el libre albedrío si conocemos nuestro futuro? De ahí el salto a realizar consideraciones religiosas y filosóficas es inmediato. Todas estas preguntas las hallaremos, y muchas más. Por supuesto no estarán respondidas de manera categórica, sino planteadas como un debate, dinámico y bastante abierto.
Para guiarnos por este sendero mundano a la par que lleno de cuestiones espinosas, técnica y moralmente, tendremos unos protagonistas poco habituales: dos brillantes científicos del CERN cuyo experimento con el enorme Colisionador de Hadrones en Ginebra en búsqueda del últimamente célebre Bosón de Higgs coincide (¿solo eso?) con la visión. Lloyd Simcoe, primer responsable del proyecto, pronto sospechará la relación del mismo con el desvanecimiento general. Además en su visión ya no estará con su prometida, la adorable Michiko. Por otro lado el corresponsable, Theo Procopides, pronto descubrirá mediante la reconstrucción de otras visiones, que la ausencia de visión propia se debe a que le van a asesinar. Fundamentalmente mediante la evolución de estos personajes (el resto están poco más que esbozados), nos adentraremos en el mar tempestuoso del libre albedrío, viendo Lloyd algo más cómo se verán afectadas las relaciones interpersonales y en Theo introduciendo la trama paralela de su asesinato, que resulta interesante y aporta fluidez a una narración que a veces renquearía si no fuera por esto.
A estas alturas quienes recordéis la serie os habréis percatado de que las similitudes entre ambas existen solo a nivel conceptual. En la novela no existen conspiraciones planetarias, terribles secretos oscuros, agentes dobles, ni CIA, ni FBI, ni Guardia Civil. Es más, se nota la nacionalidad de Sawyer y la acción transcurre fundamentalmente en Europa, con alguna referencia a Canadá. También se nota en los personajes, poco heroicos, tipos normales, tan solo científicos.
Por otro lado, el hecho de que los protagonistas sean físicos, con amigos matemáticos o ingenieros, convierte a Recuerdos del Futuro en una novela con gran afán divulgador, para empezar para tratar de explicar el desvanecimiento, por lo que los lectores con inquietudes científicas disfrutarán más de ella. No obstante este hecho no debe suponer un inconveniente para quienes no estén acostumbrados a este tipo de explicaciones: el estilo narrativo de Sawyer es sencillo, y la manera de presentar teorías físicas también; no nos ahogará innecesariamente, pero sí dará una buena visión de conjunto sobre los fenómenos acerca de los que sea necesario instruir al lector.
En definitiva, poco o nada de acción trepidante, pero sí una lectura sencilla que plantea una buena cantidad de cuestiones no tan sencillas.
Zendegi
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Hace 5 días
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