viernes, 15 de marzo de 2013

RESEÑA: Yo, robot, de Isaac Asimov

No sé cómo funciona exactamente la cuestión de hacer historia, pero el caso es que un buen día llegó Isaac Asimov, ordenó sus ideas junto a un amigo, y desde entonces, todo aquel que ha querido escribir algo sobre robots o inteligencias artificiales, ha tenido que, al menos, pararse a pensar en las leyes de la robótica que el escritor soviético nacionalizado estadounidense formulara a principios de los 40, y que quedaran plasmadas en su colección de relatos Yo, Robot, en 1950, recogiendo relatos previos publicados en revistas y dándoles consistencia de conjunto.



En Yo, robot, Asimov da un repaso a la hipotética historia de los robots desde finales del siglo XX y sobre todo a lo largo del XXI mediante historias independientes en las que ilustrará las tres leyes de la robótica, los conflictos existentes respecto a ellas, morales, lógicos, y de interacción entre ellas. Para quien las desconozca, las leyes son las siguientes:
1ª Ley: Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por su inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
2ª Ley: Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley.
3ª Ley: Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

Ellas son realmente las protagonistas principales de la colección, presentándose algunos relatos como rompecabezas lógicos casi detectivescos en los que tendremos que averiguar el porqué de la actuación extraña de algunos robots dotados de cerebros positrónicos, sabiendo que es imposible que se salgan de esas guías. Así, nos encontramos con historias intelectualmente estimulantes, en las que el lector se convertirá en un robopsicólogo más interpretando estos comportamientos.
Los dilemas serán de lo más variado: hasta qué punto puede interferir una ley con otra, cómo interpretaría un robot el hacer daño a un humano, dónde están los límites de tal daño, ¿incluiríamos, por ejemplo, el daño sentimental o el intelectual? Por otro lado, ya que abarcamos gran cantidad de tiempo, los robots irán avanzando en complejidad y autoconciencia, llegando a superar intelectual e incluso moralmente a los seres humanos a los que deben obediencia. ¿Cómo llevarán este hecho? ¿Cómo lo llevaremos nosotros? Nos iremos enfrentando a todas estas preguntas y a más a lo largo de los cuentos componentes de esta colección, con el único nexo común de una protagonista narradora, presente en la mayor parte de los mismos, la eminente robopsicóloga Susan Calvin. Pero, apuntemos al menos hacia los robots que plantearán el conflicto para cada una de las historias:

Robbie: La única narración dentro del siglo XX (están ordenadas cronológicamente). Robbie es un robot niñera con un enorme vínculo afectivo con la niña a la que cuida, tanto que ésta no deseará otros compañeros de juegos.
Círculo vicioso: Las vidas de dos humanos en una estación minera en Mercurio dependerán de la misión que le encomiendan al robot Speedy, pero éste no parece pretender llevarla a cabo con la gravedad que la situación requiere.
Razón: El robot Cutie relevará amable pero forzosamente a los humanos encargados del funcionamiento de una estación espacial cuyo fallo podría tener consecuencias devastadoras.
Atrapa esa liebre: Dave será un robot minero de funcionamiento impecable, siempre que los humanos lo supervisen directamente.
¡Embustero!: Por un indescifrable defecto de fabricación, Herbie es capaz de leer la mente de los humanos que le rodean, lo que cambiará su interacción con éstos de manera radical.
Pequeño robot perdido: Nestor, un robot con la primera ley relajada, es mandado “a perderse por ahí” por un trabajador enojado. Lo hará entre otros robots idénticos a él. Distinguirlo de los que tienen la primera ley intacta resultará ardua tarea.
¡Fuga!: Existirá un problema de salto hiper-espacial cuyo planteamiento a la gran máquina pensante conocida como Cerebro podría suponer el fin de la misma.
Evidencia: Byerley será un fiscal de éxito próximo a la reelección cuando su más encarnizado rival le acuse públicamente de ser un robot. De la opinión pública sobre tal afirmación dependerá su futuro.
El conflicto evitable: Varias Máquinas tan avanzadas que escapan largamente del raciocinio humano gobiernan de facto la Tierra con sus procesamientos perfectos. No obstante, existirán leves y ocasionales problemas en sus decisiones, lo que teóricamente es imposible. ¿Dónde estará, por tanto, el problema?

Las historias estarán contadas con naturalidad, con un enfoque psicológico, desde la perspectiva de los humanos que se encuentran en el entorno de los robots, y a decir verdad ninguna me ha parecido menos interesante que las demás. Eso sí, no dejan de representar casos más o menos pequeños, ejemplificantes, y desde luego no tan grandilocuentes ni de tanto alcance como las que Asimov escribiría para su Fundación, que se antoja una obra mayor. Eso sí, de igual manera que la Fundación puede considerarse parte de un ciclo mayor, Yo, robot, siendo un libro autoconclusivo, puede también ubicarse en el ciclo Baley-Robots, de 5 libros más, e incluso considerarse en un conjunto mayor que incluya a éste y al de Términus-Trantor. Así que si gusta, hay robots para largo.

4 comentarios:

Igor dijo...

Te pareces a un colega mío, que sólo viene a ver el fútbol en partidos "estrella", je, je. Yo Robot es una maravilla, una joya. Y sí, todos se inspiraron/ nos inspiramos en ella.
Saludos.

Unknown dijo...

Jajajajaja. Tienes bastante razón, pero es que tengo algunas lagunas... imperdonables. Por un lado podría decirte que cada vez menos, pero realmente cuanto más voy leyendo, más me voy dando cuenta de lo que tengo que leer para que mi formación en este aspecto sea digna. Es un círculo vicioso peligroso.

Gracias por pasarte y comentar, Igor.
Saludos.

Manuel Mije dijo...

Yo también disfruté este libro, bastante. Es como dices, Asimóv va juntando pequeñas piezas, en general sencillas, aparentemente sin grandes pretensiones, pero que una vez las juntas en tu cabeza te queda que el todo es mucho mayor que la suma de esas partes. Éste sabía más que Briján.

Un saludo.

Unknown dijo...

Efectivamente, tener una capacidad de lograr un conjunto de tal calado con piezas tan ligeras no se ve todos los días. Quizá Bradbury también, pero bien poquitos más

Un saludo y gracias por el comentario.

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