Me duele la espalda y estoy cansado. Estiro los brazos mientras bostezo y arqueo todo mi cuerpo. Un par de vértebras se quejan sonoramente de la dureza del respaldo de mi asiento. Miro el reloj, quedan sólo cinco minutos. Bueno, por cinco minutos no va a pasar nada. Voy recogiendo los papeles de encima del escritorio y guardando los ficheros del ordenador. Lo apago y me levanto. Hace frío, lo cual me recuerda que coja el abrigo, ya se me olvidaba. Salgo al pasillo con un nuevo bostezo y llamo al ascensor. Acaba de salir hacia abajo. Espero. No se si habrá preparado algo para cenar. La luz parpadeante sobre la puerta del ascensor llega hasta el sótano y comienza a subir de nuevo. Si no ha hecho nada, salimos a darnos una vuelta. A cenar por ahí, que hace tiempo que no lo hacemos entre semana. El ascensor llega y se abre la puerta. Paso y pulso el botón del sótano. El mecanismo comienza a funcionar.
La Espada de la Asesina: para atrás ni para coger impulso
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Mi experimento de leer las dos sagas más conocidas de *Sarah J. Maas* llega
al punto en que empiezo a cuestionarme a mí mismo por hacer apuestas que
quiz...
Hace 1 día