Han nacido y muerto estrellas, pero al fin lo hemos logrado. La eterna peregrinación, en definitiva, no fue eterna.
Desde que nuestro mundo dejó de existir ha transcurrido tanto tiempo que la mera medición del mismo adquiriría tintes difusos e irreales. No obstante, ha existido: eras viajando en nuestra forma incorpórea y dibujando destellos en la estela del cometa sin rumbo que nos permitió escapar de un hogar que se desmoronaba; buscando un nuevo lugar sobre el que existir, y cuando nuestro objetivo dejó de serlo para transformarse en un sueño, y el sueño se convirtió en cuento, en leyenda y ahora ¡pum!... en realidad. También el salto de regreso desde la leyenda hasta la realidad se mide en eras.
Y tras un universo dejándose arrastrar, ahora debemos tomar decisiones. Tomarlas sobre qué depósito verter nuestra hasta ahora intangible esencia, qué punto de vista adquirir en este nuevo planeta, a quién susurrar ideas para que las convierta en propias, insuflando el sentido de la evolución. En definitiva: qué cuerpos habitar.
Nosotros nos contamos por miles de millones, y cada uno tiene su nombre y su voz; tendremos que turnarnos ocupando esas instantáneas chispas de vida. Mas no importa: hemos aprendido a ser pacientes.
Pero, ¿a quiénes regalar nuestra presencia? Algunos opinan que a aquellos de mayor capacidad intelectual, que nadan por los océanos. Otros prefieren a los que surcan el aire, dueños de los vientos, o a los que se arrastran por la tierra, debido a su gran obstinación por sobrevivir. Por mi parte, esas criaturitas que suben y bajan de los árboles me resultan simpáticas, con su cuerpo cubierto de vello y sus dedos oponibles.
Pronto votaremos, y nos convertiremos en un ronroneo apagado en la base del cráneo de nuestros contenedores. Y quién sabe, quizá cuando el planeta gire alrededor de su estrella los suficientes miles de veces podamos volver a sentir que tenemos un hogar.
En nuestra manzana, de R. A. Lafferty – Miniespecial R. A. Lafferty I
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En nuestra manzana (In Our Block), de R. A. Lafferty, apareció en el número
de julio de 1965 de la revista Worlds of If, editada por Frederik Pohl, y
en 19...
Hace 1 día
2 comentarios:
Bueno cuento, Pedro, buen cuento. Te confieso que al principio me he sentido bastante desconcertado. Supongo que de eso se trataba.
Me parece que tu "invención" se la cree más gente de lo que piensas y no digo que no sea un cuento, ja,ja.
Creo que optaría, como contenedor, por esos extraños y grandes animales que surcan los océanos, tan lentos y majestuosos.
¿Son miles? ¿Viven en esos breves destellos de vida de por ejemplo 75 años humanos?
Bien podría ser.
Hola Igor. Gracias por la visita y el comentario.
Sí, podría fundar una nueva religión con esta premisa o similar, si no existe ya, cosa que no me extrañaría, jaja.
Saludos.
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