He aquí un proyecto del que me hace especial ilusión hablaros por diferentes motivos. Primero porque es el steampunk un género que siempre me ha interesado y no existe demasiada literatura al respecto, y menos de autores castellanoparlantes. Segundo porque participo en el mismo, firmando junto a algunos escritores consolidados, lo que es un honor para mí. Y tercero, porque me siento particularmente orgulloso del relato con el que participo: Anteojos.
Pero hablemos del libro, para lo que es necesario hacerlo del género. Podemos entender el steampunk de dos formas. Por un lado de una manera puramente estética: tuercas, chapas de metal, fuelles, relojes de cuerda, abrigos de cuero, corsés, sombreros de copa, zepelines y mansiones y vestuarios victorianos. Es, a mi entender, una estética bonita, preciosa a veces, pero (y haciendo de abogado del diablo) para algunos criticable como fruto de la nostalgia por un exceso ornamental que jamás vivimos (la victoriana) adornada con estrafalarios ingenios mecánicos. De esto hay bastante en Ácronos.
La otra forma, que da mucho más juego, es la de ampliar el concepto al de retrofuturismo, esto es, crear una ucronía en la cual en un momento dado de la historia “real” que conocemos ocurrió algún evento crucial, de índole histórica, técnica o científica (el más habitual con el que se entiende steampunk es el del triunfo de la tecnología del vapor), y a partir de ahí especular, creando una historia divergente con ese marco alternativo de fondo e imaginar qué hubiera pasado. De esto también hay en Ácronos.
Pero de una colección de piezas estoy escribiendo. Voy a hacerlo ahora (brevemente) de una en una, para satisfacer la curiosidad que estéis pudiendo sentir por el proyecto, porque por encima de los mecanismos de relojería, esto trata de las palabras:
Viaje a California (Luis Guallar): historia que plantea la animadversión del ser humano hacia los autómatas comparándola con el racismo, y destacándola en tanto en cuanto los límites de éstos con los hombres van siendo más tenues.
Los bailes que quedaban lejos (Laura López Alfranca): relato muy corto que apunta una manera de hacer la guerra bien diferente.
Regreso a la Atlántida (Víctor Conde): Aventuras submarinas con reminiscencias de Verne, en las que introducimos en el ecléctico cóctel desde el Titanic hasta la leyenda que aparece en el título del cuento.
Noches de luz roja (Robber LeBlancs): relato corto que presenta una megalópolis distópica, especialmente en lo que a su población se refiere.
Tuercas y tornillos (Guillem López): relato que divaga sobre los autómatas, pero muy bien conducido, en el que aristócratas ingleses discuten sobre las sombras que rodean a una misteriosa intriga.
Búfalo Black (Paulo César Ramírez): aquí es planteada la dicotomía “hombre contra máquina”, al menos en su vertiente más física.
Escombros y tinieblas (Josué Ramos): historia que referencia al más clásico pulp de intrépidos aventureros en lugares exóticos, narrado de manera entusiasta.
Nuestra primera guerra (Janaceck Jadehierro): aventuras celestes en un nuevo mundo colonizado y “victorianizado” narrado como historia dentro de otra historia.
Wukan Inké (Rafael González): nos trasladamos al lejano oeste para asistir a un poco convencional encuentro indios-colonos/tradición casi mística-agresores modernos.
Novedad en el Alcazar (José Ramón Vázquez): la ucronía esta vez es para la guerra civil española, en la que el bando republicano será asistido por la tecnología comunista desarrollada por un inesperado aliado de los rusos: Tesla. Buena idea de fondo en un gran relato de acción muy bien contado.
Tablas (Ángel Luis Sucasas): Buena parte de un siglo XX diferente es contada a través de partidas de ajedrez llenas de referencias cienciaficcioneras e históricas en las que los contendientes, antagonistas entre los que existe gran camaradería, son únicos. Magnífico relato.
Anteojos (Pedro López Manzano): mi relato. Llevo la acción a un Madrid actual, pero cómo no, bien diferente. Muchos rasgos en común con el de hoy se suman a otros totalmente divergentes. Acción y tensión en la superficie, para cuestionar los límites de la humanidad al profundizar un poco. Pero valorar mi propia obra, en buena lógica, no está en mi mano. Ya me diréis si os place.
El niño, el muerto y el lobo (Jesús Cañadas): excelente relato. La acción transcurre en la España convulsa de finales del XIX. Mediante un homenaje poco velado a la obra maestra de Sergio Leone “El bueno, el feo y el malo”, se alcanza un gran nivel narrativo, componiendo una de las mejores piezas de la antología.
Los 120 escalones de Mort Cortez (Miguel Aguerralde): la ucronía es en este caso referente a la Segunda Guerra Mundial, aunque ésta queda como anecdótica al centrarnos en la población civil, especialmente en un inventor alemán. Un relato duro.
Satisfecha la curiosidad acerca de su contenido punto por punto, no puedo hacer sino recomendar Ácronos: una heterogénea colección de especulaciones que, aun teniendo puntos en común, ofrece un resultado variado para conformar una antología de gran interés con varios destellos de brillantez. Imprescindible para los steamers, tanto curtidos en el género como simplemente interesados en el mismo, pero también muy recomendable a los aficionados a la ciencia ficción, a las historias de aventuras, y ¿por qué no?, a cualquiera con ganas de pasar un buen rato con un libro entre sus manos.
Edito (para los interesados en comprar Ácronos): Aunque la primera edición ha volado, ya ha salido la segunda a la venta, en la página de la editorial Tyrannoraurus books y enlibrerías como Cyberdark, entre otras.
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2 comentarios:
Ya lo tengo en casa! Con ganas de leerlo, ya te contaré!
Pues sí Suto, ¿has visto qué libro tan bonito?
Ya me contarás. :D
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